domingo, 11 de septiembre de 2011

Mi Barrio: Historia de un Amor



















Mi barrio: historia de un amor
Héctor León Gallego Lorza

Prólogo
Presentación
Reparto
Personajes
Escena I
Escena II
Escena III
Escena IV
Escena V
Escena VI
Escena VII
Escena VIII
Escena IX
Escena X
Glosario

Prólogo

Mi barrio: historia de un amor

El amor por el entorno o entorno al amor
El amor precisa y urge la presencia. Es lo que sucede en el presente texto, Mi barrio: historia de un amor.
En esta obra no es posible encontrar cuál es el pretexto para el poema dramático. Si el barrio en su origen para contar una historia de amor, o la historia de amor para contar el origen del barrio, o la génesis de una generación que no llega a su fin, en uno de tantos barrios de Medellín. O de las comunas, como nos obligaron a decir por que hay que macartizar, sea como sea. No importa que todas las clases sociales vengamos del mismo barro y vayamos al mismo barro.
La obra es breve y gracias a ello es valiente, es audaz, es profunda, es teatro. Es teatro que no lo dice todo a pesar de la narración de los personajes, que hace variar el contexto comunicativo dramático habitual constituido en virtud de la relación que se establece entre un yo y un tú, en un aquí y un ahora precisos. Es teatro que deja para que el actor interprete, para que el director cree y para que el público se impresione y complemente. Es teatro que no deja dormir tranquilo después de leerlo y verlo, si es que se ha corrido con la fortuna de haber visto la obra puesta en escena. Como me ha ocurrido a mí. Y esta condición me ha creado problemas para desligarme de la puesta en escena que vi hace varios años y escribir estas impresiones del texto. La fuerza de las imágenes fue contundente, la vitalidad de los personajes fue fantástica, la escenografía un acierto estético... Pero haré un esfuerzo más para olvidar la puesta en escena... Para olvidar a El Enano, a Rena, a Cío, mariguaneros empedernidos, enamorados eternos, confesos malevos por supervivencia más que por vocación... Ellos, por ser quienes son... A Valeria y su rosado uniforme... del colegio El rosal, cuando pasa con las otras colegialas por la esquina del café El Volga...
A veces he pensado que la dramaturgia de nuestro país es una diáspora. Y que es como la vida: da miedo hablar de ella porque la muerte no la deja tranquila. A veces da miedo hablar de la dramaturgia nuestra porque uno cree que no existe y resulta que sí. Sí existe. Y una prueba contundente de ello es este texto de antología. Si “Sangre maleva” es un tango de antología este texto lo es de la dramaturgia colombiana y concretamente antioqueña, la versión criolla del arrabal. Justamente una condición que lo hace universal. Todos los orígenes de nuestras ciudades han sido iguales. Desplazados por la violencia, amores furtivos que dan la vida, amores abiertos que provocan la muerte, los malosos en las esquinas, la mariguana en los aires que se respiran, las sirenas de las policías que vigilan y atropellan... El polvo de la calle febril bajo la faz del sol y barro sobre la faz de la lluvia... Por la esquina de El Volga donde se amuran los malevos, pasan los alientos de las colegialas sonrosadas por lo que puedan pensar estos proyectos de hombres sobre sus senos incipientes, sobre sus caderas bajo los uniformes, sobre sus amores interiores y deseos juveniles.
Mi barrio: historia de un amor, es una relato sencillo de amor, sin truculencia, sólo de ágil manejo del tiempo y del espacio unidos por “la esquina de El Volga”. Es una estructura que salta sin sobresaltos de 1992 en “la esquina de El Danubio” a 1972 en “la esquina de El Volga” en el barrio Lenin. Y viceversa. No hay duda de que es un barrio de invasión zurcado de zanjones, quebradas y mangas por doquier y donde en veinte años deben suceder cosas en los hombres con las mujeres, con las autoridades, con el espacio y con el tiempo.
Las relaciones entre los personajes son tan sencillas —no simples— que dan la impresión de una dimensión tranquila cuando en realidad sus almas están furibundas por el abandono, la persecución... los horizontes oscuros... El anhelo de la existencia...
Las acciones y las narraciones de los personajes, lo lírico y lo épico, se conjugan para hacer del espectador un personaje más. Él no puede ser independiente. Se le mira a los ojos y se le habla, al tiempo que se le ignora. Es una triple presencia que considero debe existir en la obra de arte, en la escritura del texto teatral: yo autor, yo actor, yo espectador. Lo que nos lleva a la poesía dramática. Ese “decir-poema” desgarrado de los personajes ante las situaciones definitivas.
El dramaturgo, al utilizar síntesis en el lenguaje para fortalecerlo como narrador, y el personaje como narrador escénico, al recurrir a la anamnesis, poeta barrial, se apoyan en textos líricos de otros autores como si se apoyaran sobre sus hombros para otear el panorama dramático de este mundo de Mi barrio... Y ese panorama son las almas de los espectadores. Ese poema del amor con dolor que nos hace expresar: Si el amor es con dolor, ¡qué hijueputa es el amor! Pero es el amor. Lo conjuga el dramaturgo, como dice Hegel: “La poesía dramática es el resultado de la síntesis dialéctica de la tesis épica y de la antítesis lírica, porque en ella la objetividad y la distancia de las acciones épicas brotan de la subjetividad e intensidad de los sentimientos líricos, una vez absorbidos y el yo lírico por los personajes en escena”.
El texto que vamos a leer es, pues, una muestra de la excelente dramaturgia que se ha hecho en Colombia. Es un testimonio artístico del nacimiento de nuestras ciudades y una ferviente demostración de que el arte está íntimamente ligado a nuestra propia existencia, a nuestro propio barro, a nuestra propia sangre, a nuestro propio amor. Es decir Mi barrio: una historia de amor, o El amor por el entorno o entorno al amor.
Henry Díaz Vargas
Febrero de 2002

Presentación
Mi barrio: historia de un amor fue el punto de encuentro de una gran cantidad de recuerdos que había en mi consciente y en mi inconsciente. La escritura del texto me dio la posibilidad de construir un espacio para dar vida a todos aquellos fantasmas que deambulaban perdidos en mi memoria, provenientes de épocas muy remotas.
 Mi madre era una campesina del Cauca; mi padre, un campesino de Guarne. Estuvieron entre los primeros pobladores de las periferias de las montañas de Medellín, o barrio Castilla-La Unión, que llegaron en 1969. Eran tierras de propiedad de los “Koes”. Crecí en aquel barrio y me tocó vivir la cultura de las galladas de “malevos” a través de un hermano mayor mío. Su vida fue un drama que me marcó para siempre.
Cerca al barrio de invasión estaba la cancha de fútbol. Y al lado de la cancha un rastrojo de “uña de gato” donde se hacían los malevos o “camajanes” enfarrados con alcohol y vareta y escuchando tangos o la Sonora. Fueron los primeros delincuentes de la época.
Se mantenían impecables, siempre bien arreglados; pelo engominado hacia atrás, patillas altas, camisa, cuello y puños de boleros, pantalón de bota ancha y zapatos blancos de charol o apaches, con la peinilla atrás junto a la billetera y el chupa-chupa al cinto, y acompañados de un radio de pilas.
Los malevos eran hijos de esos primeros inmigrantes campesinos que llegaron a poblar la naciente ciudad textilera. Se enamoraron del tango por que sus padres los escuchaban: la miseria es bohemia por naturaleza. Encontraron en aquellas melodías un arrullo para sus penas e hicieron de esa cultura del tango, de la canción ciudadana, un medio para cantar sus penas y alegrías. Y así todo un vocabulario se gestó y las palabras volvieron a tener su valor inicial: el amor, la lealtad, la madre, Dios, la amistad, la traición, el honor, el respeto... Un sin número de palabras que daban cuenta de una cultura machista en decadencia.
Escuché alguna vez a un tío decir, recordando a Enrique Santos Dicépolo: “El tango es un pensamiento triste que se baila”, y creo que en esta frase encontré todo el sentido y la melancolía de los malevos. Reconocía en ellos a esos viejos románticos, queriendo construir un mundo sobre este mundo que no era el de ellos. Se me pegó la melancolía.
Se mezclan también en mi historia los recuerdos de las persecuciones a machete y a chupa-chupa entre los malevos; del colegio El Rosal, donde estudiaban todas las muchachas de aquella época y donde se gestaron los primeros amores del barrio; del encuentro entre un malevo y una colegiala al escondido de sus padres, y de nosotros que servíamos de razoneros, mensajeros del amor, fisgones de amores ajenos. Están además las primeras violaciones en el barrio, y las primeras esquinas que se convirtieron en los primeros “habitats” de los malevos como punto de encuentro y de farra, y como lugar para la soledad. Y hasta el pantano que se hacía en las calles cuando llovía, y las señoras llevando zapatos viejos puestos y los buenos en la mano.
Todos estos elementos han formado parte de la imagen generadora de la obra; pero, sobre todo, está la presencia de mi propia decadencia frente al amor, como la de El Rena o la de El Enano como personajes teatrales; mi propia historia de amor fue la misma historia de amor de un montón de adolescentes que no éramos “malevos” porque ya estaban delante de nosotros; no éramos “rockeros” porque no nos tocó Ancón; no éramos tangueros porque era la música de “los viejos”; pero sí éramos soñadores de amores imposibles: escribíamos cartas a la misma mujer (de El Rosal), que nunca le enviábamos y nos las leíamos entre nosotros mismos. Mujeres tiernas y bellas, hoy amas de casa que nunca supieron que suspirábamos por ellas. Poemas y cartas que nunca llegaron, que nunca se enviaron. Ilusiones disfrazadas con sueños de adolescente. Hadas dispersas en el ensueño de la nada. Imágenes del pasado que cobraron vida en el espacio del texto escrito.


“Quiero hoy, en esta soledad mía, desde lo más profundo, allá en el vacío absoluto, dedicar esta obra a esos hombres románticos y soñadores, irreverentes y anarcos; a esos malevos nostálgicos y tristes que deambulan por mis recuerdos perdidos buscando sus fragmentados ideales, como unos quijotes que luchan contra hordas de fantasmas desfigurados por el devenir del tiempo.”
A esos hombres que llevo en el corazón de Mi barrio: historia de un amor.
 A Nelson de Jesús y a Manuel Edilson Gallego Lorza, mis hermanos de siempre.”

“Mi barrio: historia de un amor”
Reparto:
Mi barrio: historia de un amor fue estrenada por el grupo de teatro El Fisgón el 29 de                       agosto de 1993 en la ciudad de Medellín, con el siguiente reparto:
El Enano:                                                          Farley A. Velásquez
Valeria:                                                                          Sandra Zea
El Rena:                                                           Héctor León Gallego
El Cío y Juliana La Pinche:                           Jaime A. Mora
Sandoval y Cadete:                                         Luis Fernando Bohórquez
Rogelio, Cura Makarios y Cadete:              Alejandro Franco
El Zurdo, Transeúnte y Cadete:                              César A. Jaramillo
Colegialas y Vecinas:                                    Jacqueline Salazar
                                                                             Claudia Mejía
                                                                             Lilian Pulgarín
                                                                             María Teresa Llano
Cadetes y Militares:                                      Tayron Gallego
                                                                      Yelibeth Gallego L.
Hombre De Chaqueta, Mi Primero
y Teniente:                                                         César A. Vásquez.
La Amante:                                                        María Teresa Llano.
Diseño de iluminación:                                         María Teresa Llano
Luminotécnico:                                                     Darío Acevedo
Sonido:                                                                  Claudia Arbeláez
Maquillaje:                                                             Dora Alba Vargas
Diseño de escenografía, decoración y utilería:     María Teresa Llano
                                                                              Héctor León Gallego L.
Producción y dirección general:                           María Teresa Llano
                                                                      Héctor León Gallego L.
La propuesta de montaje hecha por el teatro El Fisgón recibió la Beca de Creación en Grupo de Colcultura, 1992, Primera versión.

Personajes
El Cío: segundo narrador; integrante de la gallada Los Buitres, que se situaba en la esquina de El Volga. Amigo de El Enano y conocedor de su historia.
El Enano: primer narrador; integrante de la gallada Los Buitres. Amigo de El Rena.
Valeria: colegiala de dieciséis años del colegio El Rosal, esposa de El Rena y posterior esposa de El Enano.
 Rogelio: integrante de la gallada Los Buitres. Amigo de El Rena y de El Enano.
El Zurdo: integrante de la gallada Los Buitres.
Sandoval: integrante de la gallada Los Buitres.
El Rena: novio y posterior esposo de Valeria.
Juliana la Pinche: comandante del grupo de El Rena.
La Mujer: amante de El Rena.
Colegialas
El hombre de la chaqueta negra
Mi primero
Cadetes y militares
El cura makarios

Escena I
(1992. Barrio popular de Medellín. El Danubio, esquina de dos plantas. Es de noche. Las calles solas. Por una de las calles aparece El Cío, quien viene desmenusando un bareto, lo arma y lo prende. De pronto ve al público y apaga el bareto. Se dirige al público).
El Cío, segundo narrador: Eran tiempos felices para El Enano y Valeria. Atrás quedaban los recuerdos borrosos de la barriada Lenin y de la oscura esquina de El Volga. Vivían una nueva vida, en un nuevo barrio de Medellín.
(Se oyen estruendos cerca y El Cío sale. Entra El Enano peleando con todo lo que ve, fuera de sí).
El Enano, primer narrador:
Dime noche negra y estrellada, tú que conoces mis penas;
rompe tu silencio bullicioso y dime ¿por qué?
Rompe ese silencio que perfora mis sienes
que chupa mi rencor arrastrándome de espaldas,
al país del odio.
¿Quién es él?
Dame la claridad que busco para mi atormentado corazón,
pues es mío, y solo mío, el dolor que ladra
esta esquina en esta noche.
Esperando un hueso del corazón que amo
con dolor amaso mis pasiones secas
como un río que se desborda en esta noche.
“El alba inútil me encuentra en esta esquina
desierta; he sobrevivido
la noche.
Las noches son olas orgullosas: olas de
oscuro azul y de
pesada cresta cubierta con todos
los matices de hondo daño,
grabadas de cosas improbables y deseables.
Las noches tienen unas costumbres
de misteriosos dones y
rechazos, de cosas dadas a medias y a
medias retenidas, de goces
con un sombrío hemisferio.
Así actúan las noches, te lo
advierto.
El oleaje esa noche, me dejó sus
residuos habituales: odiados
amigos con quienes charlar, música
para los sueños, humo de amargas
cenizas. Las
cosas que no sirven para mi ávido
corazón.
La gran ola te trajo.
Palabras, unas cuantas palabras, tu
risa; y
tú, incesante y
perezosamente hermosa. Hablamos
y has
olvidado las
palabras.
El alba que rompe me encuentra en una
calle desierta de mi
ciudad.
Tu perfil se alejó, los sonidos que
hacen tu nombre, la armonía
de tu risa; estos son los juguetes
ilustres que me dejaste. Los disperso
en el alba, los extravío, los
encuentro; hablo de ellos a
los perros sin dueño y a las pocas
estrellas descarriadas del
alba.
Tu oscura y fértil vida...
debo llegar a ti de algún modo:
Rechazo los juguetes ilustres que me dejaste,
quiero tu oculta mirada, tu verdadera sonrisa,
la solitaria irónica sonrisa que nada
más tu helado espejo
conoce”.1
(El Enano cae arrodillado sobre el pavimento. Aparece una mujer silenciosamente, vestida de tono oscuro y se detiene junto a la puerta de la esquina que da al balcón, entra con precaución; de inmediato, se escucha un taconeo de mujer que se acerca; El Enano se levanta y se esconde, es Valeria, quien mira hacia atrás para percatarse de que no es seguida. Se detiene junto a la puerta de la esquina que da al balcón, mira hacia atrás de nuevo, empuja la puerta, entra y cierra con cuidado. Sale El Enano, quien la ha estado observando. Se acerca y pega el oído a la puerta, escucha el taconeo de Valeria que sube las escaleras, mira hacia atrás que no haya nadie, empuja la puerta, entra y cierra con cautela. Silencio. Súbitamente cae la puerta del primer piso y, sobre ésta, Valeria desnuda, ensangrentada y con una sábana blanca que le cubre el cuerpo a medias. Se levanta gritando y corre. Aparece por la misma puerta El Enano agitado, inexpresivo, inmóvil, mirando a Valeria mientras corre).
El Enano: ¡Valeria! ¡Valeria!
¡Espérame! ¡Espérame!
Valeria: (que mira a El Enano mientras corre) ¡Perdóname! ¡Perdóname Óscar! (El Enano alcanza a Valeria, ella tropieza y cae al pavimento, mira aterrorizada a El Enano. Se miran silenciosos). ¡Perdóname Óscar! ¡Perdóname por favor!
El Enano:
Valeria ¿por qué? ¿Por qué?
¡Te amo Valeria! ¡Te amo!
¡Acaso no lo comprendes!
Si es tan sencillo. ¡Te amo!
“¿Cómo retenerte?
Te ofrezco esbeltas calles, ocasos
desesperados, la luna de los
carcomidos suburbios.
Te ofrezco la amargura de un hombre
que ha mirado mucho
tiempo la luna solitaria.
Te ofrezco mis antepasados, mis
muertos, [...]
el padre de mi padre [...]
el abuelo de mi madre. [...]
Te ofrezco cualquier acierto, [...] cualquier
Hombría o ingenio que haya en mi vida.
Te ofrezco la lealtad de un hombre
que nunca ha sido leal.
Te ofrezco el centro de mi mismo
que salvé de algún modo, el
corazón central que no emplea
las palabras,
que no trafica con
sueños y está intocado por el tiempo,
por la desdicha y por el goce.
Te ofrezco el recuerdo de una
rosa amarilla, vista en el ocaso,
años antes de que nacieras.
Te ofrezco explicaciones de ti
misma, teorías sobre ti misma,
auténticas y sorprendentes noticias de
ti misma
te puedo dar mi soledad”, mi luna,
mi esquina, “mi oscuridad, el hambre de mi
corazón: trato de sobornarte con
la incertidumbre, con el
peligro, con la derrota”.2
(El Enano cae de rodillas frente a Valeria, que lo mira quedamente desde el piso. Se miran inmóviles. La luz se centrará sobre ellos dos, el resto en penumbra. Silencio. De repente se rompe la vidriera del primer piso y a través de ella cae una mujer. Se levanta como una fiera contenida, mira a Valeria y a El Enano, quienes la miran sorprendidos. La mujer va hacia Valeria, lleva un puñal ensangrentado en la mano izquierda. llega junto a Valeria, va a descargar el puñal sobre ella; inmediatamente se oye un tiro que se repite en eco llenando todo el espacio. Se congela la imagen. La mujer lentamente se ha llenado de un rojo intenso, desde la cabeza hasta los pies, encharcando el piso. Oscuridad).

Escena II

(1972. lunes, cinco de la tarde. Sube la luz muy lentamente dejando ver la esquina de El Volga, en el barrio Lenin. Callejones sin pavimentar y solitarios. Por uno de ellos aparece El Enano, diecisiete años más joven; viene desmenuzando un bareto. Se detiene en la esquina. Termina de armar el bareto. Lo prende, se percata del público y lo apaga. Al público:)
El Enano: Conocí a Gregorio Darío Gómez, alias Renario Vergón: Rena, como finalmente le decíamos. Debía su largo apodo a la larga verga que poseía —treinta y cinco centímetros mide mi verga, y las muchachas se mueren por ella—, solía decirnos.
Lo cierto es que Rena era muy coqueto y tierno con las muchachas y por eso ganaba siempre con las “pollas” de El Rosal, que le correspondían con una mirada cupidesca por encima del hombro, cuando se alejaban asustadas de aquel antro oscuro que era la esquina de El Volga. Me consta que Rena tenía el don de las mujeres, mientras nosotros nos desgañotábamos diciéndoles piropos bonitos, de esos que enamoran y que llegan al corazón, y para más piedra, a él, a Rena, era al que siempre miraban.
(Entra Rogelio. Saluda a El Enano).
Rogelio: Hola Enano, ¿qué más? ¿Cómo están las cosas por aquí?
El Enano: ¿Qué más Rogelio? Por aquí todo bien. Vos, ¿qué?
Rogelio: ¿Tenés baretica? (El Enano mira al público, le hace una señal, luego se dirige a Rogelio).
El Enano: Meto ahí y guardame la pata.
(Rogelio toma el bareto, lo prende y se hace en un rincón de la esquina).
El Enano: Vivía Rena en la barriada Lenin, tierras de propiedad de los Koes que habían sido invadidas tiempo atrás por los refugiados de la violencia.
Don Efraín Gómez era uno de esos hombres que en su huída despavorida del Cauca se trajo consigo a doña Carlota Maya, que apenas había cumplido los dieciséis años, y que al no aguantar más los atropellos de su padre, don Teobaldo Maya, finquero de la región, decidió fugarse en una noche estrellada en medio de aullidos de perros y grillos, con don Efraín Gómez, para la naciente ciudad de Medellín, la ciudad textilera.
(Ha entrado El Zurdo con un radio de pilas sanyo en alto volumen; El Enano le hace señas para que le merme. El Zurdo se une a Rogelio y conversan).
El Enano: En Medellín, don Efraín Gómez y doña Carlota Maya llegaron a un barrio, o mejor, a un rancherío negro y oscuro, levantado en medio del pantano y el olvido, con sus callejones serpenteando un pavimento de polvo en verano y de lodo en invierno, salpicado por crucetas bordeando el vacío de los barrancos que sirven de base para el cultivo de enredaderas del contrabando de la luz, y por la huellas que en el pantano dejan los pasos desolados de sus humildes habitantes.
(Entra El Cío; al ver a El Enano hablándole al público, lo observa. Se dirige al corrillo de malevos que hay en el fondo y pregunta:)
El Cío: (señalando a El Enano) ¿Y este man qué? ¿Qué está hablando y a quién? ¿Se ha vuelto loco?
Rogelio: Preguntale vos; ¿no sos amigo de él?
El Cío: (va hacia El Enano Óscar) ¿Qué más Enano, bien o qué?
El Enano: ¿O qué?
El Cío: ¿Qué estás hablando y a quién?
El Enano: Primero que todo, les estoy contando a ellos (señalando al espectador) lo que conozco de Rena.
El Cío: (mirando al público) ¿A quiénes?
El Enano: ¿No ves a esa gente que está sentada ahí mirándonos quietecitos, todos queriditos? ¿No los ves?
El Cío: (muy atentamente a lo que El Enano le muestra). Los veo. Sí, efectivamente los veo, pero ¿a ellos qué les importa Rena? (Pausa). No me vas a decir que esa gente que está ahí, tan quietecita, tan calladita, tan a oscuritas, está ahí solo para oírte contar la historia de Rena.
El Enano: Increíble pero cierto, esa es la magia del Teatro.
El Cío: ¿Teatro? ¿Cómo así que teatro? Aterrice papito que estamos viviendo es la vida, la dolorosa y cruel vida. El teatro sí, pero de la vida, ¡bobo guevón!
El Enano: (pensativo, mira de nuevo al público). ¿Sabe qué Cío?, venga yo le digo: en la realidad, en la dolorosa y cruel realidad, uno no tiene tanta gente a la vez, tan quietecita, tan calladita, tan a oscuritas mirándolo a uno tan fijamente, mirando qué va a hacer o qué va a dejar de hacer en cada momento. ¿Entiendes?
El Cío: Entiendo; o sea que en este momento estamos (en voz baja), ¿actuando?
El Enano: Eh, casi no aterrizas. (El Cío se aleja al caer en cuenta que están actuando). Callejones y pasos que en su ir y venir, ya sea en verano, ya sea en invierno, pararán siempre en la esquina de El Volga.

Escena III

(Un día después en la tarde. La luz ilumina totalmente la esquina de El Volga, que está llena de malevos: Rogelio, El Zurdo, El Cío, Rena, Sandoval y El Enano).
El Rena: ¡Me expulsaron del colegio!
Sandoval: ¡Uy  papá! ¿Cuándo te ganaste ese chance?
El Zurdo: ¿Y qué te dijeron los cuchos, muy piedros?
Rogelio: Qué va Rena, no se eche a morir por güevonadas que este malparido destino ya está escrito; fresco que aquí en la universidad de la vida, lo graduamos en lo que quiera.
El Rena: No, qué va. Con la moral abajo... Más caído que teta de gitana con los cuchos. No, y eso no es nada, ¿saben qué? ¿Saben por qué me echaron esas...? Porque una perra de tercero “C” le fue a don Jaime Prada Acuña con el chisme de que me habían visto fumando vareta en la convivencia que hicimos a Los Pomos, y eso fue suficiente para que el rector me acuñara el puesto. ¡Qué pena con los cuchos! ¡No sé que hacer!
(Se oye una sirena de radio patrulla).
El Zurdo: (grita). ¡Los tombos! (Todos se escabullen. La policía pasa. Los malevos salen mirando el lugar por donde ha desaparecido la radio patrulla). ¡Pilas! Ese carro loco quiere atropellar a alguien esta noche; no les vamos a dar papaya, abrámonos.
El Rena: Sí, trabémonos y nos abrimos antes de que nos encanen.
(Por uno de los callejones aparecen las colegialas de El Rosal, temerosas y sonrojadas al ver tantos malevos en la esquina. Los malevos al verlas, se quedan quietos, mudos, hipnotizados. Ellas pasan, y al doblar la esquina, los malevos reaccionan).
Rogelio: ¡Huyyy! ¿Qué pasó? ¿Un relámpago nos cayó, o qué? ¿Por qué nos quedamos embelesados frente a ellas?
El Zurdo: ¿Embelesados?... no es la palabra. ¡Embobados! ¿No saben que la belleza emboba?
Sandoval: A mí, entonces, que me embobe viejo. ¡Qué pollas! Están tan tan... que no paga decirles nada.
El Enano: Sí, no paga decirles nada. Ellas saben lo que tienen, ¿sí o qué?
(Aparece por uno de los callejones, en la penumbra, un hombre de chaqueta negra con las manos en los bolsillos. mira hacia la esquina de El Volga. Cuando la gallada se percata de él, se congela la imagen. Rogelio, que ha permanecido en un extremo, sale corriendo y, tras de él, el hombre de la chaqueta negra. Se oyen tiros. Tensión. Silencio. Suena de nuevo la sirena y todos se escabullen. Queda la escena en penumbra. Aparece de nuevo, sigiloso, El Enano; observa por donde ha desaparecido la patrulla).
El Enano: Se nos va la vida entre ilusiones vanas e ilusiones locas (Suena el tango El Volga. El Enano baila), como dice el tango aquel. Y la familia Gómez no tenía la suerte ni la oportunidad de evadir aquel destino tan lleno de necesidades.
Comenzadas las clases aquel año, sus padres, cansados de ir de colegio en colegio, buscando un puesto de repitente para su descarriado hijo, Rena, habían perdido la esperanza de que estudiara aquel año. Su padre, desesperado por la situación, recurrió a un “amigo” suyo, el teniente Alexander, al que tiempo atrás le había hecho un trabajo de albañilería del cual había quedado muy satisfecho; pensó don Efraín, que era el momento de volverlo a saludar.

Escena IV

(Hacia el final del monólogo de El Enano, han entrado algunos cadetes. El Enano abandona el espacio del narrador; se ha puesto la camisa y el quepis de cadete; se une al grupo que está en el patio de descanso del colegio militar. Deambulan tranquilos en corrillos. Entre uno de estos se encuentra Rena, tramando con sus compañeros. Suena el timbre tres veces, señal para pasar a filar por orden de estatura frente a cada comandante de grupo; algunos forman, el de Rena, no. Suena de nuevo el timbre seis veces; el grupo de Rena sigue como si no fuera con ellos. Suena el timbre con un ruido prolongado que manifiesta la ira de quien lo toca. El grupo no cambia de actitud. Silencio. Los cadetes formados están inmóviles en medio del desorden de los demás. En la puerta del fondo se oye un ruido, todo el personal mira en esa dirección; por el lado opuesto aparece la figura de Julián, aparentando tranquilidad y mucha autoridad. Rena y Julián se miran desde sus lugares opuestos).
Julián: Gregorio Darío Gómez, alias Rena, queda usted despedido. Salga inmediatamente de aquí. (Señalando la puerta de salida).
El Rena: (Tranquilo le sostiene la mirada). Sabes qué Luis Julián Mo´quera Mo´quera, alias Juliana la Pinche, si te crees con tanta autoridad, vení y sácame vos de aquí.
Julián: (Se acerca un poco, quedando en la mitad de la distancia que lo separa de Rena). ¿Crees que no soy capaz, culicagao? ¿Qué te estás creyendo? ¿Crees que porque entraste aquí por rosca, vas a hacer lo que te da la gana? Enseguida te las verás con mi Primero.
El Rena: Soy un pelao, pero no güevón, y no es que me crea nada, pero no vamos a seguir aguantando tus atropellos, porque eres el sapo del grupo, porque eso es lo que es un comandante de grupo, un cuác cuác, porque sos el más... (hace un gesto con los dedos de las manos). Yo no te tengo miedo, yo no nací aquí, marica. ¿Crees que me gusta mucho verme disfrazado de tombo? ¡Bobo güevón!
(Julián se lanza contra Rena, y luchan cuerpo a cuerpo. Los demás cadetes han roto las filas y comienzan los careos y abucheos).
Cadete uno: ¡Compro un ojo pa’un llavero!
Cadete dos!Apuesto al pelao!
Cadete tres: Yo a Julián... a que pierde. (Risas y abucheos).
Cadete cuatro: Compro una gorra... (Rena asesta un fuerte golpe a Julián en plena cara, tumbándolo al suelo. Todos quedan atónitos por el impacto. Entra un cadete corriendo y grita:)
Cadete cinco: ¡Pilas! ¡Mi Primero! (Silencio. Se oye ruido en la puerta del fondo, esperan la estrada de mi primero, pero este entra por el lado opuesto. Las miradas de los cadetes se dirigen hacia él. Se congela la composición. El Enano abandona el grupo de cadetes y va al espacio del narrador, quitándose el uniforme).
Escena V
(1975)
El Enano: Pasa el tiempo... los días... las semanas... los meses... los años y Rena no logra pasar de su primero bachillerato.
(El grupo de cadetes se va desintegrando y salen de escena, excepto Rena, que se ha quitado el uniforme y toma un rincón en la esquina de El Volga. Se acuclilla, fuma, está solo y pensativo en penumbra. Se escucha el bolero de Rolando La Serie Hola soledad).
El Enano: Ve pasar la vida, sembrado allí como un árbol solitario,
recién nacido,
lamiendo pezones de tetas vacías,
árbol adolescente...
lustrando las noches negras,
fumando cannabis en los sótanos del cielo, embalsamándose con humo inciensado,
deseoso de senos jóvenes,
que hierven al frote de manos ávidas;
deseo de árboles ciegos, de pie
en las puertas frías de la esquina
de El Volga,
esquina solitaria y triste
como el corazón de Rena,
esquina que lo ha acompañado
en sus largas horas de silencio,
mientras sus pensamientos
le carcomen el cerebro,
pensamientos que estallan en mil pedazos
bajo el efecto del humo del bareto
que aprieta entre sus labios delgados y secos.
El Rena: Conocí a Valeria en la época de mi frustrado primero bachillerato, cuando era apenas yo un niño y ella una adolescente, en el vecino barrio El Picachito, separado del barrio Lenin por la quebrada Piedra Azul.
Era Valeria una de esas colegialas de El Rosal, que pasaban en manada rosada por la esquina de El Volga, y que nos encantaban tanto, que no perdíamos ocasión para decirles piropos bonitos, de esos que enamoraban y que llegaban al corazón mientras yo cantaba.
(Rena silba un canto de pájaro).
El Enano: Conoció Rena a Valeria en la época de su frustrado primero de bachillerato, en el barrio vecino El Picachito, al que separaba del barrio Lenin la quebrada Piedra Azul.
Era Valeria una de esas colegialas que encantaban tanto a los malevos del barrio Lenin, quienes no perdían ocasión para decirles piropos bonitos que enamoraban y que llegaban al corazón, cuando pasaban como manada rosada por la esquina de El Volga, hacia el colegio El Rosal, mientras Rena cantaba...
Con Valeria sintió Rena que su corazón se enamoraba por primera vez. Comenzó amándola en silencio: recordaba su cara redonda, sus ojos grandes y negros, su cabello encrespado, su cuerpo de sirena y sobre todo la ternura de su voz.
(Se apaga lentamente el espacio de El Enano y se ilumina un poco a El Rena, que ha permanecido en la escena silbando. Penumbra. El Rena, silbando como pájaro, le dice: “Te quiero, te quiero, te quiero mucho. Mucho”. Y Valeria, en off, le responde lo mismo. La escena debe transpirar distancia, soledad. Rena en el rincón de la esquina, solo, quieto, impávido, silbando. En el lado opuesto, la voz de Valeria. Se mantiene la penumbra. Se escucha nuevamente el bolero Hola soledad, interpretado por Rolando La Serie. La música debe durar unos instantes).
Voz de Valeria: “Hablo de antes del asfalto, de cuando andabas, polvo apenas urbano.
El Rena: No lo recuerdo, casi.
Voz de Valeria: Hablo de los solares de tu barrio, paréntesis de campo abandonado ante el lento crecer de tu ciudad...
El Rena: Hace tanto tiempo, tanto.
Voz de Valeria: ...O bien mordiscos de la cercana guerra, antiguas casas arrasadas, borradas totalmente.
El Rena: Era un niño yo entonces.
Voz de Valeria: Eras menos que un niño. Hablo de cuando casi no tenías ojos ni oídos, de cuando no sabías ninguna canción, de cuando no sabías silbar.
El Rena: Recuerdo un círculo de niños sentados en la acera.
Voz de Valeria: Hablo de antes de la acera, de antes de los círculos de niños. Hablo de ti.
El Rena: ¿De mí?
Voz de Valeria: Y de tus pies andando sobre vieja tierra prensada.
El Rena: Las calles prematuras...
Voz de Valeria: Hablo de cuando todo era prematuro”.
El Rena: Recuerdo el cine Castilla, el cine Rex.
Voz de Valeria: No había Castilla, ni Rex, entonces. “Solo estabas tú, entonces. Tus puñitos cerrados, tus pies sobre la tierra...
El Rena: ¿Descalzo?
Voz de Valeria: No, no andabas descalzo. Tu madre no lo hubiera consentido.
El Rena: Deja en paz a mi madre.
Voz de Valeria: ¿Por qué?
El Rena: No lo recuerdo, casi.
Voz de Valeria: Hablo del casi justamente.
El Rena: ¿De mí?
Voz de Valeria: Y del mundo que casi querías apretar en la mano, del polvo que casi hollabas en los pies.
El Rena: Aún no era yo, entonces.
Voz de Valeria: Estabas allí. Hablo de lo que ya era, casi.
El Rena: La gran palmera del patio de la escuela, los dátiles abatidos a pedradas...
Voz de Valeria: Hablo de antes de la palmera y de la escuela, de antes de los dátiles y de las piedras”.
El Rena: ¿Te refieres al barro?
¿Te refieres al barro?
Voz de Valeria: “Habla del barro, sí”. De la quebrada cercana, del rancherío de invasores.
De los adolescentes con cara de rabia, de las largas mangas verdes donde nos encontrábamos a escondidas.
El Rena: “No recuerdo nada.
Voz de Valeria: ¿No recuerdas el barro? ¿No recuerdas el barro?
El Rena: Aún no era yo, entonces.
Voz de Valeria: ¿Y ahora? ¿Lo eres ahora? ¿Eres tú ahora?
El Rena: ¿Quién, si no?
Voz de Valeria: Si no recuerdas el barro, ya no lo eres.
El Rena: ¿Quién, si no?
Voz de Valeria: Hablo de ti, que no lo eres”.3

Escena VI

(Se enciende lentamente la esquina de El Volga . Aparece por un callejón El Enano ).
El Enano: Valeria y Rena se enamoraron y decidieron casarse una tarde a escondidas de sus padres, en la parroquia La María, pero el cura no los quiso casar porque Rena no había cumplido los dieciocho años.
Fueron entonces a la parroquia vecina San Judas Tadeo; allí el cura Makarios los casaba siempre y cuando trajeran un testigo mayor de edad...
(Rena aparece por un callejón. Se acerca a El Enano y lo saca de su narración).
El Rena: ¡Enano! ¡Enano! ¡Qué pasta que te pillo! Tengo un problema, necesito tu ayuda.
(Llama a El Enano hacia un lado). No le cuentes a nadie lo que voy a confesarte, porque me voy de treintazo... Prometémelo...
El Enano: (Lo mira pensativo). Prometido... ¿o desconfiás?
El Rena: (Silencio). Voy a casarme con Valeria a escondidas de los cuchos, en la parroquia San Judas Tadeo, y el cura Makarios nos va a casar, pero dice que nos casa siempre y cuando llevemos un testigo mayor de edad. Prométeme que me harás la segunda.
El Enano: (Pensativo). Hombre Rena, voz sabes que podes contar conmigo pa´ lo que sea. Te he probado finura, ¿o no? Lo que pasa es que en ese sector tengo una culebra que me lleva la mala por peludo y malevo. (Pausa). Pero sabe qué, Rena, no como de nada. Cuente conmigo, váyase adelante que yo le caigo luego para ir a la fija.
(Rena y El Enano Óscar se chocan las manos).
El Rena: ¡Suerte Enano!
(Rena le da los últimos pitazos al bareto y sale . Oscuridad. Inmediatamente se ilumina a Valeria arrodillada frente al cura Makarios. Rena en un extremo, espera impaciente a El Enano, quien llega ebrio).
El Rena: Movéte home que llegas tarde.
El Enano: Qué falla Rena, hice lo que pude, pero ya estoy aquí. (Rena se hace al lado de Valeria).
El Cura Makarios: Juntos, hasta que la muerte los separe. (Valeria y Rena se besan, plenos. El Enano los observa. Oscuridad).

Escena VII

(Nuevo día. Domingo, once de la mañana. Un sol brillante. La esquina de El Volga está vacía. Entra Sandoval).
Sandoval: ¡Eh! Los muchachos no han llegado todavía y las ganas que están haciendo de jugar un picaíto, a ver si quito este guayabo tan ifueputa. (Pausa). ¡Qué fiestas las que me hago yo! Ayer, todo bien, cocohol, mariguana, pepas. La falla fue esa putica de Martica, que por otro me dejó con un polvo atrancao, ¡perra! Para acabar de ajustar, que casi tumbo el rancho cuando llegué con esa cuesquera, ¡fueputa! Y sigue la buena suerte: me encuentro con esa garulla del pelao, dizque atracar una perra de El Rosal, sabiendo que no mantienen un peso esas putas. ¡Marica del Rogelio!
(Entra Rogelio con un brazo vendado)
Rogelio: ¿Qué le pasó conmigo? Con las que me sale, que las perras no mantienen un peso, um, que las siete, que las ocho, que va, que va, es lo mismo ocho que ochenta, todo es la misma chimbada. (Saca un chupa-chupa). Esta es mi amiga, la que me protege de todo mal y peligro. (Besa la punta. Hacia El Cío, que ha entrado). ¡Una chiniquiadita ahí pues! (Le tira el balón) ¿Sí o qué?
El Cío: Vamos a jugar un picaíto, ¿Sí o qué? (Se ubica en el arco). ¿Los demás qué, no han salido? ¿Y anoche, qué?
Sandoval: ¡Fiesta, fiesta!
 El Cío: Nosotros también, estuvimos por allá en Itagüí, en la casa de citas de Marta Pintuco. Me encontré una mamacita pero no me lo quiso dar.
Sandoval: ¿Y eso?
 El Cío: ¡Ah! Que porque no tenía plata, ¡me dejo amurao, esa perra!
Sandoval: Este siempre se mantiene así, amurao.
 El Cío: ¿Dónde estará? (Canta un tango). Hey, vamos a jugar un picaíto. ¡Zurdo, un tirito allá!, para que no sigamos hablando de mujeres, y para que cambiemos de tema. ¿Saben quién se casó ayer? (Silencio).
Sandoval: ¿Quién se casó?
 El Cío: ¡El Rena! (Salen curiosos por las puertas y ventanas. Los malevos los interpelan. Estos se entran). Sí, todo titinito, titinito, pero creo que los cuchos saben ya, y que la van a internar.
(Entra El Rena).
El Enano: ¿Qué más, Rena? ¿Cómo acabó de irte ayer?
El Rena: Bien, todo bien. Decidimos abrirnos el próximo domingo y todo sanito, sanito.
 El Enano: ¿Sanito, sanito? ¿Sabe qué, chino ...? ¿A quién más le contó usted lo sucedido?
 El Rena: (Intrigado). A nadie. ¿Por qué?
 El Enano: Todos estos locos murmuran... y eso no es nada: Se rumora que los cuchos de Valeria saben ya, y que piensan internarla. Pilas papá.
 El Rena: ¡Qué velocidad tan tesa tiene el chisme; todo el mundo se entera a la primera, como por arte de magia, menos el interesado. ¿Quién regaría la bola? (Dirigiéndose a El Cío). ¿Saben qué muchachos?... (Todos lo miran). Para que no se quiebren la cabeza, o para que no se enteren por medio de los cuác cuác (mira a Rogelio), les voy a contar: ayer me casé al escondido con Valeria en la parroquia de San Judas Tadeo; y el padre Makarios nos casó... (Es interrumpido por el asalto a la esquina, de una patrulla de militares. No hay tiempo de huir y son llevados todos a la brigada. Oscuridad).
Escena VIII
(Nuevo día, aparece El Enano por la esquina de El Volga, amoratado).
El Enano: Ayer me cascaron esas... (Muestra el gesto), porque tenía los ojos rojos. Entonces les dije que yo sufría de las vistas; entonces me dijeron amablemente, como son ellos: —sí marica, lo que estás es trabado. Te la fumaste biche—, y ¡tan!, me metieron la pata como a perro desobediente. ¡Perros...! Bueno, ni perros; pobrecitos, no saben lo que hacen; son la ignorancia uniformada. ¡Maldito destino! Pasamos cuarenta y ocho horas allí encerrados en esos corrales; luego de cascaos nos soltaron a todos, menos a Rena, a quien reclutaron como antiguerrilla para la zona roja de Anorí. En ese momento comprendí que Rena, además de tener el don para las mujeres, también poseía el don de lo trágico. (Hace un gesto de dolor). Me enteré por doña Carlota Maya, su madre, que el militar que iba al mando de la patrulla que nos encanó era el teniente Alexander, el “amigo” de don Efraín, su padre. ¡Qué liga!
Escena IX
(1992, diecisiete años después. Habitación modesta. Se ve a El Enano, quien ahora tiene treinta y nueve años, recostado en una cama situada al extremo de la habitación, y en el otro, a Valeria sentada de perfil a él, en una silla, mirando tranquila a través de la ventana).
 El Enano: Desde aquel tiempo Rena no sabe nada de Valeria ni Valeria de él, que un día, cansada de esperar, decidió marcharse para Venezuela... Eso hace ya diecisiete años que pasó... y hoy me veo acariciándole el rostro con mi mirada. (Oscuridad).
Escena X
(1992. Se enciende la luz y deja ver la imagen en que terminó la escena I. La luz se centrará sobre la mujer, lo demás en penumbra. Por la puerta aparece un hombre con un revólver en la mano; lleva su ropa desorganizada y va descalzo. El Enano lo mira).
 El Enano: ¡Rena!
(Rena lo mira. Lleva su vestido desarreglado. Deja caer el revólver y mira a la mujer, su amante. Esta quiere abrazarse a él. Cae. Mira a Valeria, va hacia ella, pasa junto a El Enano que no ha salido de su asombro, se detiene junto a Valeria, la cubre con la sábana y la levanta en brazos. Sale. El Enano los ve alejarse; queda solo en escena, arrodillado, pensativo. Se incorpora con dificultad).
El Enano:
“Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.
Abandonado como los muelles en el alba.
[...]
Sobre mi corazón llueven frías corolas.
[...]
En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.
Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. [...]
[...]
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, [...]
En la infancia de niebla mi alma halada y herida.
Descubridor perdido, [...]
[...]
Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y el acto.
Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.
como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.
Era la negra, negra soledad de las [esquinas],
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
[...]
¡Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.
Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.
[...]
Oh la cúpula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
[...]
¡Ése fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, [...]!
[...]
De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste
De pie como un marino en la proa de un barco.
[...]
¡Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso de [la noche] ciñe la [esquina]
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.
Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. ¡Oh, abandonado!” 4
(El Enano mira el revólver que momentos antes dejara caer El Rena. Va hacia él, se agacha y lo recoge. Lo mira. La luz baja lentamente. Oscuridad total).
Fin
Medellín, La Unión
11 de mayo, 1991.
Glosario
Abrirse. Irse rápidamente de un lugar.
Amurao. Contra el muro; en crisis.
Vareta. Marihuana.
Carro loco. Persona sin control, que no medita sus acciones.
Chiniquiadita. Pirueta con el balón.
Chino. Niño.
Chupa-Chupa. Especie de hierro puntudo, usado como arma corto punzante.
Cuchos. Padres.
Echarse un polvo. Tener una relación sexual.
Encanar. Encarcelar.
Garulla. Insulto, con el significado de homosexual.
       Los Pomos. Lugar de retiros espirituales de la época.
       Marica. Insulto, con el significado de homosexual.
Parcharse. Pararse en una esquina.
Pata. Colilla del cigarro de marihuana.
Pelao. Niño.
Picaíto. Partido callejero de fútbol.
Pilas. Alerta; cuidado.
Pollas. Mujeres adolescentes.
Probar finura. Demostrar lealtad.
Qué liga. Qué mala suerte.
Qué pasta que te pillo. Qué bueno que te encuentro.
Regar la bola. Pasar la voz, hacer un chisme.
Sanito. Sin problemas.
Titinito. Bien presentado.
Tombos. Policía
Trabado. Bajo los efectos de la marihuana.
Treintazo. Período de treinta días en la cárcel.


MI BARRIO, HISTORIA DE UN AMOR:
Un eslabón que busca aportar al teatro
El concepto de dramaturgia nacional comienza a manifestarse de manera concreta. Espaciada pero ya se ve. Y quienes escriben montan sus textos si quieren ver el producto en al prueba final. Desde allí se aprende, viendo sus escritos sobre las tablas, frente al público, que es como se forjan los dramaturgos.
Conocí, hace ya cerca de dos años, los primeros mini escritos de Mi barrio: historia de un amor, cuando Héctor estudiaba en la Escuela de Teatro de la Universidad de Antioquia. He sido testigo del proceso de la reescritura y del montaje de la obra con el grupo, hasta este momento en el que ya se presenta favorablemente al público.
Tanto el texto como el montaje se han ido sedimentando hasta lograr el producto artístico que hoy se disfruta. La virtud de la abra es la sustancia autentica. El autor partió no solo de una historia verdadera y conocida sino que su espacio real es recreado teatralmente. La historia de la ciudad de Medellín, de sus barrios, de sus habitantes comienza a dar destellos desde lo más profundo del hombre. La obra nos trae a los espectadores un tiempo y un espacio ignorados que ha fuerza de verdad existen y se transforman permanentemente.
Lo cierto es que el teatro que nos corresponde comienza a aparecer con frescura y hasta con tranquilidad como algunos momentos de la vida cuando se ha trabajado a pálpitos de corazón que se trasmutan en personajes y situaciones teatrales con la necesaria elevación artística.
Donde palpite el corazón de un muchacho y suspire el pecho de una muchacha hay amor, desamor, espera, angustia, precipitaciones, y sangra que desaparece como presagio de vida o sangre aparecida como presagio de muerte… Y si hay amor hay vida. Hay historia. No importa donde sea. Si importa la música que suene. E importa donde suene. La música que le suena a Rena, al Enano y a Valeria es el tango y  boleros de años pasados. Primera nota de nostalgia, amargura y tragedia que encuentran los hombres de los campos cuando se trasladan a la ciudad y se hallan solos, desamparados, desarmados  y  abocados a las invasiones de terrenos ajenos donde les ha tocado dejar sangre para dejar sus hijos al amparo de la intemperie en todos los sentidos.
A Rena, Valeria, El Enano, Cio les toco pisar el barro de los inviernos y el polvo de los veranos de las calles del nuevo barrio Castilla y lo traen a la escena untado de las puertas-personajes que se desplazan, se abren y se cierran con golpes definitivos para ella mor, la vida o la muerte, como en cualquier parte del mundo. Pero hoy es el barrio Castilla, en los zapatos de esta gallada o en las grullas con medias blancas de las colegialas de sencillos uniformes rosados que pasan por la esquina del bar El Volga como virgencitas necias enloquecedoras de ángeles enmarihuanados.
Una historia artísticamente bien contada define  el  entorno como parte de su plumaje. Esto ocurre en Mi barrio: historia de un amor. Un  amor que puede ser cualquiera, pero no. Es la historia de Valeria,  Rena  y El Enano únicamente. Personajes surgidos de eventos patrimoniales.
La construcción del personaje teatral precisa de la intuición creadora del autor, del conocimiento de la vida, la literatura, el teatro y su estructura. Un personaje sin objetivo, sin pasado no tiene presente. No es un personaje teatral. Los agonistas de la obra sin estar sustentados literariamente en el texto se defienden vertiginosos en la puesta en escena porque sus motivaciones, acciones y objetivos no están solos, los acompaña el entorno vital, manifiesta en lo acertado de la escenografía.
Mi barrio: historia de un amor, llega como “la opera prima” de Héctor Lorza al panorama del teatro con fuerza y con vergüenza. Es una obra sentida, vivida, luchada: hecha para ser vista. Es un eslabón que busca aportar al teatro y, para empezar, eso está bien. El teatro que no le aporte a nuestro teatro seguirá siendo rémora, quiérase o no.
Por  HENRY  DIAZ  V.


“Mi barrio: historia de un amor”
La temática teatral gira alrededor de un mismo punto de fuga de un estar atrapados en un invento construido por otro semejante al grito en silencio de gritos desgarrados  por un espíritu que no decide su cántaro.
Es también posible imaginar que desde el pesimismo se construye el optimismo que de salida a eso que se intuye pero no se ve. Es ese imaginar, un posible antídoto que trata su enfermedad con ojos de santero, de curaca, en su ritual franco y sincero de los que buscan por desnudar la verdad. Artistas aunque componen la vida, que desenredan presentes.
De Medellín el espectáculo teatral  es un regodeo del presente, un hurgar la herida para cambiar su condición de victimas y así señalar un  “si futuro”, un camino a su libertad.
Dar cuenta del aquí que cada cuerpo sumergido en la pena de un callejón sin salida, mostrar crudamente su recorrido y desde ahí hallar el arte que escruta el ahora con cuerpo de gladiador y cintura del cuchillero.
Cada actor contiene una cantera de experiencias vividas a la que se adiciona una disciplina teatral comprometida que hace un espectáculo de mucha imaginación, es una producción bien alimentada a pesar de no contar con recursos económicos  suficientes.
El color gris-negro de la obra artística supone la espiritualidad del Medellín de hoy es entonces el mundo exterior reintroducido en la escena.
La puesta del texto trabaja un sentido entrecortado, espasmódico de una ciudad sitiada por el miedo.
Y aquí nuevamente  aparece la vivencia de un grupo de actores que interpreta el sentir de ese corredor oculto que cobija a una sociedad  en su amanecer diario de sobresalto: acróbatas del filo de la navaja.
Así las circunstancias de esta actuación nos refiere personajes de una misma generación y una situación en común de los sin estrato social.
Cuál es el interrogante del adolescente, la pregunta enfermiza no resuelta del que no encuentra salida a sus sueños: el hombre y la mujer es el andrógino de un presente demoledor la escritura escénica de cuerpos que hacen muecas a la vida movimientos que controlan el impulso de un desangre lento, triste, esperando la estocada a mansalva en la oscuridad del día, así pues, la lectura sugiere la obviedad de lo oculto, cuerpos que se oprimen en espacios reducidos, gestica de espasmo de moribundo en lata.
La interpretación del texto concierne  a esta particular sociedad en su ritmo frenético interno que propone un visaje desgarrado miradas que no encuentran puntos fijos.
La invención del texto en la puesta de escena corresponde a un debate entre la prosa y el verso, entre la realidad y el sueño, entre el sueño y la pesadilla, entre el cemento y al tierra. Textos que revelan lo fragmentario de la vida. La palabra viene del interior al exterior confrontado al espectador, sacudiendo entrañas, desvelando situaciones, buscándose en el otro, rescatando solidaridades de emergencia.
El lugar, el espacio, cualquier calle de cualquier bario de cualquier patio de cualquier pieza, las fronteras se diluyen y lo único común es el hacinamiento.
Los actores no se dirigen al espectador sino para compartir el fastidio de esta agonía.
Los matices de las voces indican una relación de lo amoroso-violento incierta.
El texto viene de la racionalidad de las vísceras que permiten dinamizar un cuerpo en todas direcciones.
Hay un lenguaje teatral en el cruzamiento de la palabra y de lo gestual donde sobresale lo patético de la imagen.
Recordamos que la acción tiene lugar en este presente de finales del siglo XX, en un espacio que se desmonta, se transforma, se derrumba,  convocando respuestas desde ópticas espaciales diferentes anunciando una geografía en permanente movimiento.
La subpartitura del actor muestra cuerpos entrenados en la dilatación y en la contracción alternadamente: es la lucha de contrarios, un espíritu que lucha por su libertad VS.  Ambiente social que la comprime.
El tiempo dramático es tal vez de cinco años, lo cierto es que este tiempo vehiculado por la ficción y esta ficción que produce el texto da un efecto e tiempo vertical que deteriora al adolescente y lo convierte vertiginosamente en anciano.
El ritmo reiterado de milonga y balada reproduce el mensaje de un terminal social que aunque cree en la vida, si ya no para el sí para los que vendrán.
Las categorías cronotópicas se expresan en un- pequeño espacio -- tiempo rápido -- de un actor que se desplaza y es desplazado por los efectos cortando y modificando su dirección y ritmo para confinarlo a la inmovilidad de un cuerpo comprimido  sobre sí mismo. El cuerpo del actor marcha respondiendo ordenes interiores centradas en su propio centro de gravedad  (entrañas) su marcha rápida semeja la cultura ambiental de los que huyen de una catástrofe interminable.
Existe una estructura de conjunto compuesta por el cuerpo-cuchillos-puertas en una constante composición de cuadros.
Y en esa síntesis de milonga de terminal social: la imagen de la danza del cuchillo que amuralla espacios en su recorrido, canalizando los ríos de sangre al corazón del espectador.
Por Martha Sánchez
Septiembre 6 de 1.994
Bogotá

El Fisgón: Ventana (in)discreta
El teatro colombiano de los últimos años se ha diversificado y ampliado con la presencia de grupos no capitalinos y con la participación de mujeres en el rol de directoras y autoras. Muchos grupos siguen montando sus propias creaciones o haciendo adaptaciones de obras de autores nacionales y extranjeros. La temática de las piezas de rica y variada y explora las elaciones del ser humano consigo mismo y con su medio. Los personajes son más desarrollados aunque siguen muchos de ellos inscritos en un medio social que se quiere describir, rescatar o denunciar. La realidad social y política sigue siendo uno de los temas esenciales del teatro nacional pero sin caer en lo panfletario o en actitudes maniqueas que empobrecen la obra al hacerla predecible y confesional.
Uno de los grupos que ha logrado destacarse en los noventa es El Fisgón de Medellín, fundado por María Teresa Llano y Héctor León Gallego Lorza, jóvenes egresados de la escuela de teatro de La Universidad de Antioquia. Entre sus montajes hay textos de autores latinoamericanos como: La Víspera Del Degüello  de Jorge Díaz (Chileno), La Brujita Buena de María Clara de Machado (Brasil), El Gato Manchado y La Golondrina  Sinha  basado en el cuento de Jorge Amado (Brasil); han hecho dos montajes colectivos: La Rosa, basado en el texto del  Alemán Peter Handke El Pupilo Que Quiso Ser Tutor  y  Fragmentos;  y  tienen dos piezas escritas por Héctor León Gallego: EL Conde De Lautréamont (La Tragedia Del Hermafrodita Dormido) y Mi barrio: historia de un amor. Montaron, también, “Arara” (una bendición de Dios), basada en un texto de los Huitotos, indígenas colombianos. Coreografiada por la bailarina Lindaría Espinosa.  El grupo ha logrado darse a conocer en los festivales nacionales por el rigor de su trabajo dramático y por la calidad de sus piezas. El quehacer estético de El Fisgón sigue marcado por una búsqueda de comunicación con el público, para que este sienta que el teatro le pertenece y le habla de sí mismo. Uno de los objetivos que ha dirigido su dramaturgia es la recuperación de la infrahistoria de los barrios marginales. Héctor León Gallego Lorza, el dramaturgo del grupo, se ha interesado en dramatizar  las historias de su barrió, se ha preocupado en devolverles el contenido humano y alejarse del sensacionalismo que facilita la noticia, que ignora la realidad social y que encubre la negligencia estatal. Al hablar de su quehacer artístico dice:                                                                                                               
 “Como dramaturgo quiero ser más que un testigo ocular de mi tiempo, es decir, quiero que esta cruda realidad social no me pase desapercibida; por eso deseo hacer dramaturgia sobre la cotidianidad del barrio como colectividad social enmarcada en una ciudad como Medellín, escribir sobre sus noches solas por miedo al sicario, sobre sus días claros cargados de esperanzas, sobre sus alegrías y tristezas; escribir sobre lo mas local, lo mas cotidiano que haya pero con un sentido universal de la condición del hombre.”
El interés por las vivencias cotidianas de las barriadas ha llevado al grupo a nutrirse de los eventos de la infancia y de los episodios que marcaron la memoria de la comunidad. Esta mirada singularizada por la experiencia vital humaniza e individualiza a los habitantes de las comunas de Medellín, que han sido convertidos por la prensa y por los medios de comunicación en cifras y estadísticas en los anales del crimen y en objetos de estudio para los especialistas. El temor de las autoridades civiles y militares, de la gente de clase media, de los profesionales, y de otros sectores de la sociedad de transitar por las calles de los barrios populares o de asociarse con las gentes de las comunas han justificado y legitimado la negligencia estatal y la ausencia de programas sociales, culturales y recreativos. Es, entonces, entendible el éxito que tuvo Mi barrio: historia de un amor (1991), pieza que dramatiza la cotidianidad de una comuna y el quehacer de los adolescentes, mostrando sus esperanzas, frustraciones y deseos. La historia amorosa entre Rena y Valeria es el pretexto que nos invita a seguir el destino de los jóvenes en un periodo que abarca 20 años. El nacimiento del amor, el matrimonio clandestino y la separación forzosa nos lleva a evocar a los famosos amantes de Verona; pero el ambiente del barrio, la gestualidad de los personajes, su vocabulario nos obliga a situarnos en la comuna de Medellín. El excelente manejo del dialogo, la precisión de los términos crean un drama autentico y verosímil, dentro de una trama que no sigue una estructura lineal sino circular. Más que una versión criolla de Romeo y Julieta, la pieza dramatiza las experiencias vitales de una pareja de clase popular; los obstáculos que se les presentan son los comunes a sus amigos y contemporáneos: el servicio militar obligatorio, la precariedad económica, y la falta de oportunidades y alternativas. La pareja es separada abruptamente al Rena  ser reclutado para el ejército y solo se vuelven a encontrar 17 años después, cuando sus destinos se han apartado de forma definitiva. La fugaz unión del pasado se repite en el presente para ser finalmente separados por la muerte de Valeria, escena que inicia y concluye la pieza. No llegamos a conocer el origen de este crimen pasional, no conocemos la identidad de la agresora, ni sus motivos; solo vemos los resultados. Este inesperado final recrea el drama humano cotidiano que se vive en el país donde las muertes violentas truncan los destinos de muchos seres. Allí, la vida es frágil, el futuro es incierto y el diario devenir se caracteriza por los rudos cambios generados por eventos inesperados; la obra visualiza estos dramas que se han hecho comunes en la vida nacional.
Los diferentes cuadros recogen la realidad social de los barrios marginales de Medellín.                                            La violencia, el desempleo, la pobreza determinan los destinos de los personajes atrapados en un medio que no les brindan alternativas. Los personajes vienen de familias desplazadas por la violencia, son desempleados o estudiantes; seres que buscan un espacio propio, un lugar para ser. Vemos el devenir cotidiano del barrio Castilla, uno de los barrios marginales, que fueron creciendo en los años sesenta y setenta con las familias campesinas que huían del campo y de la violencia. Estos sectores carecían de servicios públicos, de escuelas, de transporte, de vías de comunicación, de servicios de salud; sin embargo, se expandieron y rodearon las ciudades colombianas. La ausencia total del estado, la indiferencia de las elites gobernantes y la falta de oportunidades de educación y en el trabajo convirtió a los jóvenes de estos sectores en prensa fácil del crimen y la subversión. Los “malevos” –expresión que se usaba para identificar a los muchachos que pertenecían a una gallada-- se reunían en las esquinas para ver pasar a las muchachas de los colegios, para fumar marihuana y oír a la Sonora o expresar sus sentimientos a través del ritmo y letra de un tango. El reducido horizonte donde se mueven, es una muestra de la rudeza de la vida y de la precariedad económica. Y como aclara el autor: “el tango por eso se convirtió en la expresión de sus vidas, porque lo que no podían expresar con sus propias palabras lo tatareaban al son de un bandoneón”.  Así, El Enano, uno de los miembros de la gallada que hace el papel del coro afirma, mientras baila el tango “El Volga”: “Se nos va la vida entre ilusiones vanas e ilusiones locas”. La música tiene un valor inicial pues ayuda a crear el ambiente de la barriada, a la vez que sirve de contrapunto a los eventos. También completa la radiografía espiritual de los personajes al servir de texto a las emociones y sentimientos que de otra manera se quedarían silenciados. El texto y la melodía trágica del tango, su discurso sobre el destino inexorable, sobre miserias, traiciones y amores desgraciados es el subtexto que guía la historia. No es, entonces, gratuito el arraigo del tango en ciertos sectores de la sociedad Antioqueña, ya que en él los hombres ven reflejado su devenir y expresados sus sentimientos y expectativas. El tango expresa el lamento de los desplazados, abandonados, o traicionados.
La pieza recrea la atmosfera cultural y las expectativas existenciales de los jóvenes de la década de los sesenta y setenta; su único escape a la rutina y al medio es la marihuana y las galladas pues la represión social, escolar y familiar acaban de limitar –el ya reducido- espacio de acción personal. La respuesta del estado y de la familia a la rebelión juvenil es el servicio militar. La disciplina militar surge como la única solución al problema de desempleo y a la falta de oportunidades educativas de los jóvenes de clases populares. Pero la generación que conoció y padeció la violencia de los años cincuenta perdió la fe en la autoridad, en la capacidad del estado y en el honor de las Fuerzas Armadas.  Así, vemos a Rena, el protagonista, enfrentándose a uno de sus compañeros del Ejercito: “Soy un pelao, pero no guevon, y no es que me crea nada, pero no vamos a seguir aguantando tus atropellos, porque eres el sapo del grupo (…) yo no te tengo miedo, yo no nací aquí marica. Crees que me gusta mucho verme disfrazado de tombo? ¡Bobo guevon!” (21). La agresión verbal, el lenguaje ignominioso (bobo, guevon, marica) muestran el resentimiento popular con las autoridades. El vestir uniforme de tombo – forma peyorativa para nominar al soldado- es considerado un disfraz; el joven no siente orgullo de llevar un uniforme, se siente humillado en su virilidad, por eso degrada al otro al llamarlo “marica y guevon”. Es decir, el servicio militar es para los bobos que no pudieron escapar o para los que no pudieron sobornar a las autoridades. La presencia de las autoridades civiles o militares en los barrios marginales generalmente tiene un carácter represivo y vemos en escena a los jóvenes huyendo cuando ellos aparecen. Los mismos actores hacen papeles de soldados y de los miembros de la gallada del Enano y del Rena. Se cambian de uniforme en la escena lo que nos apunta a la realidad social. Los miembros de las Fuerzas Armadas eran reclutados en los barrios marginales o entre los campesinos. La policía hacia redadas donde se capturaban a los futuros reclutas. Así, el Enano nos informa de la suerte de Rena durante una de las rutinarias redadas que se hacían en las barriadas. “¡Perros…! Bueno, ni perros; pobrecitos, no saben lo que hacen; son la ignorancia uniformada. Maldito destino. Pasamos cuarenta y ocho horas allí encerrados en esos corrales, luego de cascaos nos soltaron, menos a Rena, a quien reclutaron como anti guerrilla para la zona roja de Anori. En ese momento comprendi que Rena a demás de tener el don para las mujeres, también poseía el don de lo trágico” (29-30). La obra muestra con gran agilidad las estrategias de los militares que envían lejos de su hogar a los reclutas para evitar por un lado que despierten; y por otro, que fraternicen con la población.
La obra dramatiza la existencia del Rena en los momentos culminantes, los que nos permite recrear una biografía humana a través de fragmentos significativos. El espectador debe completar hechos, conectar eventos y sacar conclusiones, pues la obra alejada de todo maniqueísmo simplista nos invita a una reflexión sobre el acontecer humano en los sectores menos privilegiados.
Las escenas se desarrollan en la calle, solo vemos el exterior de las casas, puertas que se abren y se cierran porque los jóvenes se reúnen en las esquinas, en las calles de su barrio; allí transcurre su infancia, su adolescencia y su vida adulta. Este montaje hecho de puertas recrea el hacinamiento y la falta de privacidad y de “cuarto propio” que sufren los habitantes de los barrios populares, carecían que exacerba la conducta humana. Los ruidos de la calle, sus esquinas, los bares se convierten en los espacios familiares de las galladas. Así, los adolescentes se apropian del espacio público ya que carecen de un espacio privado.
Con la luz, la música y las puertas se logra recrear el ambiente donde se desarrolla el drama. La gestualidad y el uso del vocabulario vernacular completan este cosmos urbano hasta ahora ignorado y marginado por el arte pero siempre presente en las páginas rojas de los periódicos y noticieros. La pieza recupera instantes indelebles en la vida de los malevos, a la vez que los acerca a nosotros al devolverles vicios, virtudes, ilusiones y deseos, pasiones y gustos en los cuales podemos reconocernos.
La otra pieza que me interesa destacar es El Gato Manchado y La Golondrina Sinha (1996) que fue dirigida por María Teresa Lano. Esta tragicomedia recoge otra frustrada historia de amor entre un Gato gruñón y una coqueta Golondrina ante el escándalo de todo el vecindario. Lo posible de la situación crea la expectativa porque no sabemos cómo será el desenlace aunque lo podemos imaginar. Los actores representan sin mascaras a los animales, y es a través de la expresión corporal y de la danza que se recrean los movimientos y los gestos de esta fauna humana. De forma lúdica se reflejan las actitudes humanas que se asocian con la conducta animal; cada personaje transmite sus vicios y virtudes a través del animal que lo representa y del oficio que desempeña. Así, el Sapo Cururú con su enorme boca no hace sino hablar sin escuchar en una parodia al oficio del crítico y del profesor; la Vaca Mocha con sus parsimoniosos movimientos y ceremonias es una burla a las diplomáticas y a las encargadas de la cultura; el Reverendo Loro con su lascivia nos evoca a los viejos verdes y a los eclesiásticos más ocupados de lo humano que de lo divino, la Mama Golondrina con sus excesivos cuidados e ilusiones parodia las exageraciones y el celo materno. La Gallina Barataza, la Víbora, la Lechuza y los otros animales del patio ven , oyen, comentan y aumentan los eventos del vecindario, donde la prudencia o la privacidad son cualidades desconocidas. Con la gestualidad del animal se parodian los vicios y las maneras de los jóvenes y viejos y se recrean las actitudes de la vida cotidiana. La Golondrina Sinha con sus agiles revoloteos y su deseo de volar sola, de conocer el mundo y el amor recrea la atolondrada inexperiencia de las adolescentes que piensan que pueden “domesticar al lobo” con sus mañas y coqueteos. En el Gato Manchado vemos una elaboración del malevo cuya rudeza y malos maneras son solo una máscara para esconder la ternura y la debilidad. El Ruiseñor con su fina voz y delicados modales representan al perfecto candidato elegido por la madre para la Golondrina Sinha.
El drama recrea la transformación que produce la infatuación amorosa, el Gato Manchado deja de ser Gruñón y se convierte en el enamorado tierno, y por el contrario la Golondrina Sinha se vuelve más segura y atrevida. El inaudito e inconcebible romance alborota a todos los habitantes del lugar que se esmeran en opinar y pronosticar la catástrofe. Es un amor que nació en primavera, se desarrollo en verano para empezar a concluir el otoño antes de la llegada del invierno, y es solo, entonces, cuando el Ruiseñor se convierte en un mejor candidato, porque la naturaleza se opone también al romance. El Ruiseñor y la Golondrina Sinha vuelan juntos con las otras aves que emigran en invierno ante la desesperación del Gato Manchado que impotente rumia su frustración.
El vestuario de la década de los cincuenta proyecta una actitud nostálgica ante un mundo desaparecido, cuando aun se tenía fe en el futuro y en las posibilidades de la ciencia y la tecnología; década de amplios horizontes que permitió el romance del Gato y la Golondrina. Con el cambio de trajes se va anotando, también, el cambio de las estaciones y de la evolución del tiempo que van limitando las posibilidades de la insólita pareja. Los telones recrean diferentes espacios donde se reúnen los vecinos a comentar los eventos; la danza y la música sugieren el ambiente, a la vez que crean los rangos entre los personajes. El  drama muestra las posibilidades y limitaciones del amor; ya que existen barreras infranqueables, amores condenados al fracaso y actitudes incambiables. Esta historia sin final rosa pero con algo de comedia y de tragedia lúdicamente recrea los desafueros que cometemos en nombre del amor. La primavera como tiempo del amor y el invierno como el tiempo del desamor; para unos es la soledad y la permanencia, para los otros es el cambio y una nueva pareja. Al final la voluble y volátil Golondrina se casa con el Ruiseñor con una actitud inocentemente perversa y El Gato Manchado se queda burlado y entristecido; este inesperado final nos remite a las aventuras de Piolín y Silvestre donde siempre el feroz gato es vencido por el astuto canario. Pero, una lectura más lirica de esta historia seria verla como la metáfora de un amor imposible, irrealizable pero no por eso menos sublime y por lo tanto inolvidable. Pues transforma a los amantes que se atreven a amarse a pesar de todas las barreras y todos los escándalos.                                    
Por  María  Mercedes  Jaramillo
                                                                                                                                      Fitchburg  State  College
                                                                                                                                                        Julio de 1.997

3 comentarios:

  1. La vi por un grupo de los barrios marginales de Cartagena de indias- Colombia, adaptada al contexto caribe, EXELENTE.

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  2. la vie en cartagena- colombia por un grupo de las favelas marginales, adaptada al contexto caribeño, EXELENTE puesta.

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  3. El tango "El Volga" que menciona el texo, es dificil de encontrar. Puede alguien darme una referencia de donde lo puedo encontrar? Gracias

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