martes, 27 de septiembre de 2011

Mil Pesos de Poesía


Mil Pesos De Poesía.
 No podría decir que estos poemas son míos, porque yo no los escribí. Pero son míos porque yo los compre. Se los compre a un anónimo de la calle, en  un día mañanero y frio de diciembre hace ocho o nueve años,  un veinticuatro de diciembre. Caminando con mi traba a cuesta, cruce mi camino con un ser, que se me presento en una esquina  de la playa,  como una sombra en la penumbra. Me detuvo y me dijo con su voz alcohólica y melancólica: --Te vendo $ 1.000 de poesía. – Lo mire a sus ojos, todavía con la borrachera en las pupilas, le entregue el dinero y me dio $ 1.000 de poesía. Hoy 23 de septiembre de 2.011 quiero donarlos a mis visitantes Lectores. Hoy estos poemas los hago públicos para el disfrute de mi gente, y que el autor donde este, sepa que yo los publique.
                                                                                       Héctor Lorza

“Soy un animal de la
Noche
Que atraviesa el día
Como quien se traga una
Hoguera.”


5
“Al saltar desde
El palacio sangriento
Hacia el patíbulo
De ratas
Quede en flotación
En una
Interzona de
Laberintos de
Luz.”

12
“De La Letra Y Su Crimen”
"De todo éste devenir
Entre putas
                             Gamines y criminales
                                  --Intoxicado
                                         De
                                      Mundo—
                               Queda un pellejo
                          Y un corazón maltrecho.
                                 La repugnante
                                Ley  del crimen
                                Marca el paso.”


martes, 20 de septiembre de 2011

Arte, Violencia y Derecho

“Arte, Violencia y Derecho”


Llevamos en nuestras pupilas, marcadas con llanto y sangre,  la historia de la violencia en el barrio que es la violencia de mí país.  Héroes sin nombre, figurillas de papel, fantasmas errantes por calles y esquinas, buscando un amigo con quien hablar.

Conocí la violencia de niño, de la correa de mi padre, y desde entonces no he parado de enfrentarla.

Una violencia que no ha desaparecido. Es un ser vivo y además monstruoso. Muta constantemente, es un camaleón. Una violencia que se abona con esmero,  y se ahonda sin control alguno. Toma otras formas, otros tonos, otros rótulos, otras siglas; pero sigue siendo violencia, más descarada y más nefasta.

Se paramilitarizaron las calles y junto con ellas los pillos, malos y buenos. Hasta las vecinas se paramilitarizaron.

No hay que ser antropólogo, sociólogo, abogado, filosofo o historiador, para saber que uno de los factores de la violencia urbana, es no poder acceder a nuestros derechos fundamentales como sociedad. Derecho al trabajo, derecho a la educación, derecho a la vivienda y sobre todo derecho a la vida. Derecho al respeto humano. El carecer de estos derechos  y no haber inversión social por parte de los agentes que conforman el estado, la violencia se presenta como única salida, una fuente de empleo y para matar, hoy en día en Colombia, no hay ni que odiar. Pero que de odio también estamos hechos. Esa es nuestra herencia del pasado. Fuimos descubiertos por uno barbaros y lo primero que conocimos fue la violencia de la cruz y la espada  del conquistador español. Foráneos que me han enseñado a amarlos como mis héroes. Me enseñan a amar la mentira como verdad.

En nombre de Cristo, han exterminado comunidades enteras. En nombre de la civilización implantaron la barbarie. En nombre del progreso destruyeron selvas enteras. El presente, es un presente en crisis. “Realmente vivimos tiempos difíciles” (1), no veo sino apariencia. Pero sin embargo, existe la malicia Indígena, el bullerengue, el rap, el punk, el teatro, que todo el tiempo reivindica al hombre.

Somos una sociedad en crisis.
Somos un arte en crisis.
Somos un teatro en crisis;
Y la crisis tiene un contexto social.

Veo degradación y decadencia en las calles,  e igualmente en las estructuras que sostiene el estado: El congreso, la policía, el ejército, los alcaldes, los concejales, los médicos. Vivo en una sociedad, donde el pan de cada día, es un muerto, un secuestro, un desaparecido, un atentado, un fraude. En un lado los suntuosos carros pasar, y en la otra acera de la calle, hordas de confiteros, acechando los buses. Esa es mí tacita de plata.

“Cada pueblo tiene los gobernantes que se merece.
Cada pueblo tiene los delincuentes que se merece” (2)
                                                                                        
Vivo en una sociedad, donde ya no es suficiente matar, sino llegar a la barbarie del conquistador: Serruchar, descuartizar, decapitar, quemar, de querer matar el alma, que ya no esta allí, que estará quizás, en cualquier punto del éter riéndose de nosotros.

Vivo en una ciudad donde se institucionaliza la mentira como verdad. Donde se institucionalizan y bendicen los bombardeos de ciudades enteras en nombre de la libertad y la paz. Donde se institucionalizan “Expediciones criminales”, donde tienen por objeto restablecer el orden y la paz social”.

“Funden en las cárceles el estado de derecho”.

“Todos en una guerra de clases. Hombres que aman hasta la muerte la diferencia social y eso los mantiene vivos”.  Se globalizo la desesperanza. El amor ha sido pisoteado. En nombre de Yaveth, Alá, Geova, Cristo, Buda, se ultraja, se invade, se censura, se degrada y asesinan al hombre. ¡Criatura de Dios!

Matar para vivir ó
Vivir matando.
Esta es la ley de mi ciudad.

Habitamos una ciudad reconocida por las estadísticas, como una de las más violentas en el mundo, y eso no es un orgullo paisa. La violencia viene de la mano de la miseria. La violencia es un camaleón, se mimetiza y cambia. No es la misma de ayer.

Convivimos entre el cruce de odios, donde cualquier cosa es razón para matar. Convivimos entre criminales, que son amigos de infancia, compañeros de estudio, nuestros vecinos. Mi carnal. Al mismo tiempo tiernos, enamorados, humanos e inocentes. Seres que buscan desesperadamente a gritos y sin esperanza, en la pulsión de la violencia, una posibilidad de dignificarsen como hombres, como personas frente a una sociedad hostil, clasista, racista, sexista e indiferente y desmoralizante que los ha visto fracasar.

¡El bien común ya no existe!
Nos encontramos frente a un hombre sin moral. Ignorante. Indiferente. Apático.

Veo en la agresión de los hombres, un acto de sobrevivencia (como en los animales) donde se corren riesgos y donde la esperanza se pone a prueba, en cada acto de sus vidas.

Vivimos en medio de las contradicciones extremas, tratando de encontrar respuestas al caos, por lo antropológico, lo social, lo político, lo histórico, lo metafísico, por lo artístico, por lo teatral,  por lo educativo.

Vivo una generación que encuentra un sentido por lo bello en la violencia; en mi caso, la violencia en el arte, para mí la literatura y el teatro son actos de delincuencia, siempre fuera de la norma. De la institución. Mi pulsión de violencia, la padecen mis personajes, comparto con ellos amorosamente la posibilidad de ser un ángel o un demonio o las dos cosas a la vez. Comparto con ellos amorosamente la fusión entre el cielo y el infierno, entre el caos y el orden.

¿Dónde nos cabe tanta miseria? Porque esta ya ha tocado fondo.
¿Dónde nos cabe tanto silencio? Porque ya no soportamos estar más mudos.
¿Dónde está el hombre? Porque no veo sino salvajes.
¿Dónde esta el nombre? Porque no oigo sino alias.
¿Porqué tanta violencia? Pienso que la respuesta está en el pasado. Volver la cara y mirar que hemos dejado. Pienso que lo que hemos dejado es desolador.

“Los tiempos pasados no fueron mejor”, pero los actuales tampoco. (Hablo de los campesinos desplazados, asesinados y desaparecidos. Hablo de las  manos de los que cultivan nuestros alimentos,  reventadas. Hablo de los pobres de este país destrozado por la impunidad.)

¿Dónde están los tiempos mejores?
¿Será que no hemos llegado a ellos?
¿Será que están por construir?
¿Quiénes lo construirán?
¿Unos cuantos hombres?
¿Unos cuantos grupos?
¿O todos juntos?
¿Quiénes lo construirán?

Pienso que vivimos la época del individuo (indivisible) del ser, ser no por el tener sino por el ser. De la persona por encima de la sociedad del espectáculo, de las estructuras políticas, de las estructuras religiosas, y  eso debe  ser un objetivo humano por encima de la propia conciencia. Ese sería un acto de amor entre los hombres.

La violencia de ayer, no es la misma de hoy, la violencia muta, tiene mil caras, se manifiesta de mil maneras, de mil colores. La violencia esta en casa, asechándote como un fantasma.

La violencia muta y al poseerla las ganas de poder, de la acumulación de riqueza, se expresa de muchas maneras. Como el teatro que es único e irrepetible; así es la violencia, sutil. No tiene necesariamente que incomodar, ésta manipula. Dura las veinticuatro horas del día. Se manifiesta directa o indirectamente, en un tono, en un gesto, en una palabra. Es más gesto que verbo. Es acción.

Aquí no venimos a divertirnos. La violencia es un fisgón, un monólogo constante en nuestras vidas privadas, pero frente a situaciones tan adversas de mí país también hay seres que se organizan, y salen del monólogo  al diálogo, rompiendo este miserable silencio. Ese debe ser el teatro, dialogisidad.
Un teatro que rompa el silencio miserable.  Porque algo si debe quedar claro, el arte y en particular el teatro, debe ser la anticultura de esta sociedad.

¿Qué hemos dejado?

Condiciones sociales precarias, inhumanas que han padecido indios y negros en la colonia y en los últimos 60 o 70 años los campesinos desplazados y masacrados, y la clase trabajadora explotada y humillada. ¡Eso hemos dejado! Ese es nuestro bello pasado. El pasado humano no es mas que baldados de sangre y a eso le llaman Civilización.

La política desorganizada siempre favoreciendo a la corrupción y sin legislar             todavía. El estado no sabe que hacer con la corrupción, porque todos son unos corruptos.

Recorriendo estos antecedentes tan cotidianos, en nuestra patria, podemos decir, que no hay leyes para la corrupción y podemos decir sin temor, que las leyes se quedan en el papel y que esta incredulidad social, viene de tiempo atrás, y hoy día, ha cobrado matices de barbarie.

La corrupción de los agentes del estado: Contratistas, congresistas, policías, militares, es insostenible. No hemos podido superar la política del amiguismo,           por la idoneidad, la ética y la sensatez. ¡La honradez se perdió!

La política como expresión última de la razón es un fracaso en nuestro país. No hemos podido superar 500 años de violencia y sangre. ¿Cuánto hay que esperar? Esto no es tarea de unos cuantos, de unos pocos escogidos,  como mandados por el corazón de Jesús. Esto es tarea de una nación unida, de todas las clases, de todas las etnias, de todas las religiones, de todos los sexos. Una idea de nación que nos incluya a todos, de lo contrario la barbarie siempre será el rey.

Un sistema que tolera y promueve la corrupción, la injusticia, la mediocridad,  la inoperancia y el absurdo como verdad, es un fracaso.

Tenemos que resistir, y hablo de una resistencia universal, no local. El teatro debe decir cosas, reflexionar junto con el hombre, para no terminar fugándonos a la clandestinidad y el olvido, a la indiferencia, absorbidos por la fama y el estatus quo. Por el reconocimiento miserable del establecimiento.

Estos huecos, estos hoyos negros son el reflejo de la corrupción del estado. Son estos agentes quienes se agencian el caos, y por ende de la decadencia de su perpetua crisis.

¿Cómo no van haber sicarios, prostitutas, mediocridad, locos, suicidas, seres errantes sin esperanza,  si la corrupción tiene en los límites extremos de pobreza a nuestro rico y bello país?

Para la gran mayoría de jóvenes ante el fracaso de posibilidades de estudio, de trabajo y un eminente recrudecimiento del problema social y político, no encuentran más que un camino: La violencia. Y para eso hay mucha oferta y un gran deseo profundo de venganza, que se manifiesta en una actitud agresiva sin control contra la sociedad. Ellos son los reyes, los que mandan y controlan por medio del terror de las armas. Han hecho de la cuadra su imperio y de la esquina su oficina de maldad. Han vencido escrupulosamente el pudor de matar a otro ser humano, por una mísera paga. No aguantaron más la miseria y cayeron en otra peor.

Todo se me presenta tan irreal, tan de mentiras, uno permite que abusen de uno, por cualquier bombón, hasta de entregar la conciencia  por hambre. Somos igual que los animales, pero más violentos, astutos y destructores que ellos. Seres deshumanizante. Ya no hay humanidad. No hay amor. Y saber que al lado de un pobre vive otro pobre.

El derecho como mecanismo de control del sistema y siendo el instrumento más eficaz, tenaz para controlar la conciencia de los seres humanos, y que aún bebiendo de la moral, se presenta como un sistema injusto, inoperante e inevitablemente corrupto, incapaz de cambiar las condiciones sociales degradadas  del país, ha perdido su legitimidad.

Son los delincuentes los que están en las cárceles, pero pienso que hay muchos más en las calles, y en las instituciones, y para un ejemplo bien palpable mire la vida política de nuestro país: Asómese  al congreso, allí la honradez se perdió y las palabras patria, honor, humanismo, ética y democracia ya perdieron su valor real. Ya el lenguaje no nos comunica. Al haber engendrado la corrupción no tienen legitimidad para castigar a los delincuentes; y en este país la delincuencia es una opción de vida, y el absurdo social como verdad se institucionalizo.

La vida le ha quedado grande al hombre. No conoce la felicidad, le dedica más tiempo a la guerra que al amor.

Vivimos en una sociedad, donde hasta el más traidor sobrevive. ¡Vivimos de mano de la violencia!

En cada esquina un muerto quiere hablarnos, con esos muertos quiero hablar yo.

Son seres que encuentran en la violencia  la posibilidad de dignificarsen como hombres. Románticos de la pistola y la vida sin futuro. Vivir bueno un día y no miserable toda una puta  vida.

Me gusta la violencia en el teatro porque también encuentro en la agresión, el vértigo de la vida y de la muerte y sobre todo, donde la esperanza se pone a prueba. Me gusta la violencia en el teatro, porque la encuentro plena de héroes, de traición, de excremento y sangre.

Veo en el arte, la posibilidad de descargar y sublimar la violencia, como pulsión de muerte y destrucción en la obra de arte.

Vivo en una sociedad, donde se mata muerto de rabia o cagados de la risa.
Y entre más violencia, más bonito se pone Medellín.

Pienso que un teatro, donde no haya violencia, es un teatro muerto, sin vida.
Solo en la contradicción de la violencia podemos exorcizar el alma de los hombres.


   

Héctor León Gallego Lorza
Maestro en Arte Dramático
Universidad de Antioquia
Medellín, septiembre 7 de 2004


(1)  Bertol Brecht
(2)   Osho


domingo, 18 de septiembre de 2011

Un Grito En Las Aguas Cenagosas


UN GRITO EN LAS AGUAS CENAGOSAS


¡Ay! Plinio Enrique "El Pescador"
Vengo de mares lejanos
A estas orillas de caracuchas y cangrejos,
De conchas y raíces,
A ofrendarte manojos de arena blanca
Trenchados con bejucos y corales.

Vengo vigía
Entre palmeras, garzas, lagartijas y flores
Busco tu anzuelo dorado
Para tragarlo
Y guardarlo en mis entrañas.

Venme aquí, inerme, quieta, solitaria
A orillas de estas playas
Húmedas como tu boca...
Calientes como el sol.
¿Cuánto tiempo esperándote?
Esperando que regreses
Con la brisa de la mar.

¡Ay! Plinio Enrique "El Pescador"
Vengo por tu anzuelo dorado de esperanza
Ven que quiero llevarte
A lo más  hondo del océano
Cuando llegue el ocaso de la tarde
Y la negrura de la mar.

¿Dónde estás?
Plinio Enrique "El Pescador"
¿Dónde tus peces muertos?
¿Dónde tu sonrisa?
¿Dónde tu pez de cada día?
¿Dónde tus ilusiones de cayuco
Iluminado por la luna
Deslizándose en la mar?
¿Dónde el instante que te llevó?

¡Llévame contigo!
¡Atrápame en tu red!
Donde no hay tiempo
Donde no hay espacio
Llévame al alba infinita de la mar.
Llévame donde no hay dolor
Llévame donde no hay ayer
Ni mañana.
Solo agua... agua...

Atrápame en tu red de esperanza
Y sabor a sal
Donde pescaste alboradas y ocasos
Del sol brillante que se va.
Atrápame en tu red
Que trenchabas en tu cuerpo de azabache
Como constelación de estrellas.

¡Atrápame en tu red sin fondo!
Atrápame junto al laurel,
Junto a la raya,
Junto a la sierra,
Junto al bendito sable.


Atrápame
Junto al cayuco enamorado
Que se queja y se va.
¡Ay! Plinio Enrique "El Pescador"
Saboreando tu ausencia
En remolinos de arena blanca
Y agua callada de temor.

¿Por qué no luchaste contra la mar?
¿Porqué la espuma del agua
Como manto marino negro
No me dejó mirarte por última vez,
Tu última sonrisa
Sonrisa de muerto?
¿Porqué te fuiste como canoero loco,
Contra arrecifes y peñones?

Ven, huyamos juntos...
Donde no hay dolor
Junto a caracoles,  y delfines
Llévame lejos de víboras, caimanes y guios
Llévame a lo más hondo de la oscuridad y de la luz.
Llévame por recónditos caminos de amazonas.
Llévame al silencio
Llévame a la nada
Llévame a Dios.

¡Ay! ¡Llévame Plinio Enrique "El Pescador"!
Llévame donde muere la noche y nace el día
En medio de arreboles
De cantos y caricias,
Del viento que pasa y se va.

Llévame donde muere el sol
Llévame al ocaso
Llévame al silencio desfigurado del adiós.


                                                                               Héctor Lorza


                                                 Guajira, diciembre de 2.000

Cuentos de Parqueadero

Introducción

Esta recopilación de historias, que he llamado cuentos, es el origen de lo que posteriormente son mis obras de teatro. Debo concebir primero una historia, o un acontecimiento particular para luego concebir una obra dramática. Este descubrir historias de mi contexto social,  es el producto de una búsqueda individual,  un proyecto que he denominado “Recuperación De La Memoria Colectiva, Como Trabajo Humano”, donde lo que hago,  es hacer memoria de algunos acontecimientos,  de los que he sido testigo,  los cuales han causado en mi una violenta impresión.  Y no encontrando otra manera de hacer algo, que escribirla y leérsela a alguien. Solo así logro encontrar  un poco de reposo, igual que mis personajes. Una manera de ser. Una manera de particularizar el dolor, la muerte, la derrota, la frustración de muchos seres humanos que habitamos este territorio que llamamos país. Son estas impresiones primarias, hechas palabras e historias, las  que quiero hoy compartir ustedes, amigos lectores.



“Cuentos De Parqueadero”

De
Héctor León Gallego Lorza

“El Lanzamiento”


Pasaba por la gran avenida, frente a la casa de don Rosendo, quien era electrónico de profesión. Había dedicado toda su vida, a la investigación y experimentación en este oficio de arreglar y dañar televisores viejos. Su casa se había convertido en un taller. ¡No cabían los televisores viejos allí!

Era  un viejo de barba blanca, como la nieve. De movimientos lentos, pesados y mecánicos como los de un robot. Decían de él, que su barba por ser tan larga, era el puente de algunos sueños suyos, con el cielo, los cuales contaba al primero que veía porque eso era benefactor para quien lo escuchara de primera vez. Vivía don Rosendo con doña Hermegilda, su esposa de toda la vida, la cual había compartido con él, las buenas y las malas. Los acompañaba "La Tuerta", quien era una lora, que madrugaba bien temprano a no dejar dormir; y no había quien la callara.

Doña Hermegilda era ciega. Con todo tropezaba y todo lo trababa. A todo le cambiaba el nombre.  A la lora le decía vaca y la lora le contestaba, que vaca era su madre. Don Rosendo, se había inventado a lo largo de los años, unos pasillos con todos los trebejos que allí habían, para que doña Hermegilda se pudiera guiar con su bastón y no tropezara con todas las pantallas de televisores que estaban por todas partes. Su casa era entre taller y prendería, por su taller pasaron todos los televisores del barrio y también muchos, se quedaron allí, porque sus dueños, nunca volvieron por ellos.

Este par de ancianos, vivían de puro milagro. Hacia tiempo que nadie mandaba a arreglar nada. Veían que don Rosendo, iba igualmente detrás de la ceguera de doña Hermegilda. La gente no confiaba ya en él, desde la última vez que escuche que arreglando un televisor le había adaptado un radio por equivocación, no se veía pero se oía muy bien.

En esa lucha sin cuartel por sacar su taller adelante, don Rosendo había hecho un préstamo al banco, hipotecando la casa. Deuda que había dejado de pagar años atrás. Le había llegado ya, una carta del banco, diciéndole que tenía dieciocho días para pagar las cuotas vencidas o de lo contrario deberían realizar un lanzamiento sobre su propiedad.

Dos semanas después, o sea hoy que estoy contando la historia aquí parado y mirando este cuadro tan desolador. Llegan unos carros acompañados por dos radio patrullas. De los carros se bajan los policías y los empleados públicos, sobresale una mujer vestida de amarillo y peli-teñida de rojo, -parece una garza por flaca-. Comparan la dirección y el número de la casa. Tocan y nadie contesta, pero adentro se escucha a La Tuerta: ¡No hay nadie! ¡No hay nadie! La señora peli teñida dice: Abran por favor, somos de la fiscalía. Adentro don Rosendo contesta,  ¿La fiscalía? Debe ser enseguida, en la esquina donde están los malosos. La peli teñida dice que no vienen a detener a nadie, que vienen a realizar un lanzamiento. Don Rosendo abre la puerta boqui abierto, sale la lora por un hueco y dice: ¡Fiscalía! ¡Fiscalía! ¡Desalojo! ¡Desalojo!. Don Rosendo dice lo mismo, ¿Cómo así que un desalojo? ¿Por qué? ¿Qué he hecho?
La peli teñida: Usted hace cuatro años que ha dejado de pagar las cuotas que debe del préstamo que hizo al banco.
Don Rosendo, ¿Plata? ¿Préstamo que hice al banco? No sé de qué me está hablando. Usted esta loca. Vallasen, antes que llame a la policía. La juez le dice que si tiene donde guardar todo aquello o que de lo contrario ira a parar a la calle. Don Rosendo le dice: ¿Qué? ¿Cómo me va a tirar todo mi taller a la calle?  Allí he invertido toda mi vida. El taller es mi sustento diario. En el fondo de la casa y a oscuras doña Hermegilda grita: Sí nuestra vida, nuestra única riqueza. También grita La Tuerta: Vea señora, la pelirroja ¡Hola y adiós! La juez dice al anciano: Todo esto es un basurero. Ustedes están locos, junto con lora y todo. La lora le contesta: ¡Loca será su madre! La juez le dice a la lora: Vea cállese  esa boca, eh ese pico. La lora le contesta: De pura pica, el pico de la lora no pica la puta. La juez da la orden de que saquen todo ese basurero y lo tiren a la calle. Los policías entran en medio de los ruegos del par de ancianos y de la lora que no para de dar saltos y chillidos. Comienzan a sacar televisores de todos los tamaños, radios, neveras, proyectores destartalados, escaparates viejos, camas, lámparas,  los objetos más extraños. Todo sale por puertas y ventanas, para caer en medio de la calle, atestada de curiosos  mirando como crecía aquella montaña de bártulos,  merodeando como buitres la presa. La calle se convirtió en una montaña de escombros y objetos raros, frente a la mirada desconcertada de don Rosendo y doña Hermegilda que sostenía la lora en medio de chillidos e injurias, en su  mano. Decía: ¡Bellacos! ¡Bellacos! ¡Cómo nos dejaron en la calle! Cae la jaula de la lora, sobre la montaña de aparejos viejos. La lora brinca del susto y dice: ¡Mi jaula! ¡Mi jaula! ¡Están buenos para meterlos en ella!
La juez, ¡Cierra el pico loro!
La Lora, ¡No soy Loro! ¡Soy Lora!
La Juez, Cierren la puerta y séllenla. Estamos cumpliendo con la ley.
La Lora, ¿La ley? ¿Los almacenes ley? ¡La ley del burro!
La juez, Vea Lora cállese sino quiere… ¡Vámonos de aquí! Se montan a los carros y se marchan. Dejan atrás aquella multitud  y al par de ancianos y La  Lora en un profundo silencio. Don Rosendo se dirige a la montaña de escombros y recoge un radio de pilas, lo pone a sonar. Regresa donde su mujer y dice: Vámonos de aquí, antes que estos buitres nos coman. La multitud se vuelca sobre la montaña de basura y comienzan a cargar televisores, neveras, muebles, sanitarios, escaparates… Mientras don Rosendo, doña Hermegilda y La Lora se alejan sin saber para donde coger. Don Rosendo los mira y les dice: -- Coman buitres de la basura que guarde toda mi vida. Sigue-- La Lora los mira y les grita: --¡Hasta nunca infelices!—


Fin

                                                                  Medellín, abril 7 de 2.000



“La Tola”

A mí me contaron la historia de Nomberto que estaba en el kiosco cuando paso el suceso. Eso fue el 24 de diciembre del 2000, a eso de las 10:00 de la mañana. Estaba todo “el parche” de muchachos en el kiosco: El Ruso, Calambre. El Bandido, Rigo, Nomberto y otros. Al Bandido le habían prestado una tola, que era del difunto Fabián. El Bandido había escondido la tola, debajo de un carro, por si venían los tombos. Me contaron que en algún instante El Bandido le dijo a Nomberto que se fijara en la tola para no perderla de vista. El Bandido se asomo y dijo: Sí allí está. Momentos después, Nomberto tomo la tola a escondidas y dio una vuelta por la esquina, en el camino entro a una casa e inmediatamente volvió y salió y termino de dar la vuelta. Allí en aquella casa dicen escondió la tola, que momentos antes hubiera cogido a escondidas. Llego al kiosco como si nada  y con nervio firme, enfrento la situación. Pasaron algunos momentos, hasta que llego La Gallina dueño de la tola: Bandido vine por lo mío. Este fue al carro donde estaba escondida la tola, asombro el del Bandido al no encontrar nada allí. La Gallina se enfureció, salió corriendo e inmediatamente regreso pistola en mano amenazo al bandido, lo tira al suelo y amenazándolo le dice: ¿Cómo así Bandido que me vas a torcer, te vas a hacer matar o qué? El Bandido asustado e indefenso en el suelo: -- Gallina yo no me he robado nada, ahí estaba hermano, ahí estaba, alguien lo debió de haber cogido, pregúntele a Nomberto. -- La Gallina le da un cachazo y se dirige a Nomberto, ¿Haber el tubo? ¿O te vas a ser pegar?
Nomberto: Yo no se nada hermano, alguien lo debió de haber cogido. Yo no fui hermano. Escúlqueme. Escúlqueme. Le pega un cachazo. Todo el combo queda en silencio, nadie dice nada, La Gallina amenazante, le apunta al combo de muchachos, Haber garullas bajesen los pantalones. Esculca uno por uno sin encontrar nada. El Bandido asustado dice: Eso lo tuvo que haber cogido Nomberto, era el único que sabía donde estaba.
La Gallina, ¡Ah sí! ¡Ve esta faltón! Voy a ir donde Orejas y si allí está lo que busco, enseguida hablamos pirobo.
Nomberto, Vaya mijo, vaya. Aquí lo espero. Yo no he cogido nada.  Nomberto hacia el Bandido, Que va Bandido a usted que le importa nada. No sea metido. Me vas a hacer matar ¿O qué?
El Bandido, yo te acabe de ver venir de la esquina, me vas a hacer matar a mi ¿O qué? Apenas venga La Gallina arreglamos.
La Gallina llegó a la casa de Orejas, que era la casa donde Nomberto había entrado, allí preguntaron por Luis, que era como se llamaba Orejas y luego de revolcarle la casa y amenazarlo delante de su madre, encontraron la tola. Enfurecido La Gallina regresa al kiosco, pero al no encontrar a Nomberto y sin tener sobre quien descargar su ira, se dirigió al Bandido amenazante  por haber dejado que le robaran su tola. El Bandido asustado le dijo que Nomberto le había sacado un cuchillo para agredirlo y tuvo que huir.
La Gallina, déjenlo quieto, yo lo cojo pagando y le doy la pela. Pasaron los días y Nomberto no aparecía. Estaba escondido porque tenía el pecado encima y no arriesgaba su pescuezo por aquellos lados. El hermano mayor de Nomberto, Edison notaba que su hermano se portaba muy casero, que no era costumbre en él. Ya le habían contado que Nomberto  andaba en problemas con La Gallina, quien tiempo atrás, le había robado su tola  y que por no meterse en problemas y no tenerse que irse del barrio, no hizo nada. Llego la ocasión de Edison en advertir a su hermano del peligro en que se había metido, por haber intentado enmendar la falta que La Gallina le había hecho a él,  tiempo atrás. Me he dado cuenta que La Gallina te esta buscando para pegarte. Todos dicen que te cuides,  te la tiene sentenciada. Vea en lo que se metido, en vez de haber dejado todo quieto. ¿Ahora qué? Vea, ahí les hizo meter la mano a los muchachos que estaban ahí. ¡Cuídese mijo! Por ahí volvió a cascar al Bandido que por dormido y confiado. Ese man está muy ofendido con usted.

Tiempo después Edison caminaba tranquilo por una calle y se encontró un amigo.
Gustavo: Ojo Edison que están buscando a Nomberto para matarlo.
Edison: ¿Quién te dijo?
Gustavo: Es lo que he escuchado. Todo mundo lo sabe, pero nadie dice nada, aquí dicen el santo y no el milagro. Ese mismo día Edison, preocupado por el comentario de Gustavo,  en el Kiosco se encontró con La Gallina. Se saludaron y éste se llevó a Edison a un rincón del Kiosco.
La Gallina: Venga cucho yo le cuento, ayer hable con el ciego sobre lo de Nomberto.
Edison: Eso venía yo ha hablar con usted hermano, dicen que vas a matar a Nomberto. ¿Por qué hermano?
La Gallina: Me robo una tola. Por eso lo voy a cascar. No digo que lo voy a matar, pero la pela si se la doy créalo cucho, para que respete. Relájese mijo que se lo merece.
Edison: Entonces usted se merece igualmente que yo lo levante… ¿O se le olvidó que usted fue el que me robo la tola?  Vos fuiste aunque te negues y yo no te hice nada, ¿Sabe qué Gallina? Deje el pelao quieto. Nosotros ya lo reprendimos o cuando lo mate acuérdese de mí, cada golpe que le de a mi hermano, me lo dará a mí. Somos amigos o eso es lo que usted me ha dicho.
La Gallina: Venga cucho fresco, relájese, a ese mariconcito le voy a dar la pela, no me va a ganar de menor de edad y si me toca pelar con usted cucho, de  malas.
Edison: Vea Gallina, yo no soy su cucho. ¿Qué te estas creyendo? ¿Qué estas tratando con un mocho? ¿Pensas que vas a ganar de malo? ¿O de cacique? Sabe que Gallina, aunque usted no lo crea lo pego a usted y a su hermano que es el más malo. Saca un revolver, lo apunta contra la cabeza de La Gallina, le da un tiro. La Gallina cae al suelo. Nomberto guarda el arma y se aleja silenciosamente de allí.

                                        Medellín--La Unión—Castilla, junio de 2.000


Fin



´´El  Silencio  De  La  Mirada´´

Tan regordete como un trompo, holgado y pulcro va por la calle Juancho. Patriarca de la bella, cálida y ejemplar familia de los Salazar. Mantenida holgada y pulcramente a costa del empleo que Juancho tenía en Simesa, donde llevaba ya largos y santos veinticinco años de su vida, trabajando para mantener a su familia.Su familia no conoció el hambre y la necesidad, pero sí el orgullo y la arrogancia, pues era Juancho un hombre trabajador y cumplidor de su deber, amado por su esposa y por sus hijos. No existía en el barrio, familia más ejemplar, que la de los Salazar.

Años después, en una mañana de abril, asoleada y brillante, sentado al pie del mostrador, del bar de la esquina, Juancho se toma un brandy. Recoge un paquete que hay sobre la mesa y sale, en la calle se encuentra con José –Mire mijo, llévele esta sal a David--  Le dijo a su nieto.  --Esto no es sal abuelo, esto es mantequilla- Dije a mí abuelo.  --¿Mantequilla? Sal. Sal mijo, valla llévesela a David--  --A bueno, sal abuelo-- Le dije y me fui.

Hoy en la tarde, al llegar a casa, me han contado que al abuelo le dio un derrame, a causa del brandy de esta mañana. Dicen que no se puede mover y que sólo mueve los ojos, y que lo han dejado hospitalizado por lo delicado que esta.Ahora resulta que Juancho, tan holgado y pulcro que iba por la vida, no tiene esposa, ni tiene hijos, pues no han encontrado en toda la familia de los Salazar, quién se quede amaneciendo con Juancho en el hospital. ¡Se fue el amor y no sé para dónde, dejando a Juancho tirado en la cama, en medio del silencio de sus ojos, como dos pozos negros congelados, mirando a la nada! ¡A los viejos no los quiere nadie y más enfermos, más que la muerte! –Solía decir mí abuela- Ahora resulta que todos somos familia, que todos somos amigos y que nada ha pasado y me han pedido a mí, a la oveja negra, al mal hijo, al vago, al inmoral, al ateo, al colino, que si puedo hacerles ese favorcito. No lo pense dos veces. El viejo se ha portado bien conmigo, le llevo la buena. –Pienso para mí- Que yo amanezco con El. –Grite--

Llevo ya seis meses, cuidándote Juancho. Todas estas largas y santas noches, ininterrumpidas, bebiéndolas una tras otra. Ahora cuando todos lleguen de prisa, paras irsen junto con la mañana, me saludarán: Felipe me abrazara, Nancy me dará un beso en la mejilla, doña Laura, esa bruja mujer tuya, me sonreirá: -Como te pareces a tu padre.- Me dirá, y eso que Flavio era mi padrastro. El negro era por aquellos días, el más querido en la familia de los Salazar. Era el blanco de adulaciones, en medio del silencio de la mirada de Juancho. ¿Sabes qué Juancho? No me falta nada, lo que hace que te acompaño en estas largas noches silenciosas de hospital. Tengo diario en el bolsillo $15.000 o  $20.000, que los ricachones de tus hijos, dejan cada que vienen curiosamente a verte. ¿Sabes que Juancho? Como de todo. Te traen de todo y yo me lo como todo, porque tu comida Juancho, es aquel caldito que tengo allí, en aquella botella, esperando por ti sobre la mesa. –Juancho no me dice nada, Juancho sólo me mira. No se mueve para nada--  ¿Sabes que juancho? ¡Soy el rey del Hospital! Todos me conocen ya. Doctores y enfermeras me saludan, lo mismo que los empleados, hasta los celadores me regalan cigarrillos. Algunos enfermos me reconocen y se las ingenian para saludarmen cuando me ven. He sido amigo de más de uno de ellos. Muchas veces me les he acercado en su soledad de enfermos, para saludarlos, les digo que se tranquilicen, que no hagan fuerza para quedarcen aquí, que no hagan repulsa para robarle un segundo más a esta vida, que se suelten tranquilamente y se vayan de una vez.- hay un leve silencio, que espero que pase- ¿Sabes que Juancho? Desde hace pocas noches, vengo haciendo mis recorridos nocturnos, por los silenciosos pasillos del hospital, interrumpidos por uno u otro quejido de algún enfermo, abandonado en la cama. ¡Que maravillosa es la vida en el hospital ¡y sobre todo,  cuando se va el cansado día, para entregarle el turno a la negra noche, iluminada por lámparas de neón. He visto como los doctores fornican con las enfermeras, en el borde de un escritorio frío. He visto como ratas y  cucarachas, se comen los desperdicios humanos echados por las alcantarillas, en medio de una pálida luna llena. He visto como los empleados se roban los alimentos de los enfermos, para calmar el hambre de su familia en casa. He visto en mis borracheras, a la pálida muerte merodear por las habitaciones, mirando la agonía de los enfermos. La he visto merodear tú lecho Juancho y me ha tocado a mí, espantarla con humito. ¿Qué te parece Juancho el palacio en el que pasas tus últimos días de tu vida, luego de trabajar largos y santos veinticinco años de tu vida, como un burro para mantener a tu familia? ¡Esto no es vida Juancho!!Brindemos por la vida! –Le dije- Esta vida es demasiado dura para pasarla en sano juicio. –Y saque la de vino- Mira Juancho la que traje, no me falta cada noche, en esta terapia de amanecer contigo. ¿Te vas a tomar un chorro? –Le pregunte- Y sacudí la botella frente a sus ojos, que no dejaban de mirarme inexpresivos. Destape la botella y con la punta del corcho moje sus labios, Juancho se saboreaba. ¿Qué Juancho te gusto? Sabes que por tomarte uno de estos, es que estas así. El médico te lo advirtió, que ya tú organismo, no aguantaba una gota más de alcohol y mira como has quedado. Tú muerte es mí vida. ¡Brindemos por la vida! –Le dije- Y me tome mí chorro. Te puedes quedar todo el tiempo que quieras ahí,  o sí quieres te paras y nos vamos, tú lo decides Juancho. Un largo silencio nos invadió a los dos. Le pregunte ¿Quieres escuchar música? Me tome un momento, esperando una respuesta, me quite los audífonos y se los conecte a sus orejas grandes y peludas y lo puse a escuchar a Six Pistoll, a Morrison y cuanto ruido traía en mí mochila,  no se movía para nada, no movió un dedo, tampoco sus ojos se movieron esta vez. Juancho ¿Qué? ¿Te gusto? Siempre supe que te gustaba el rock and roll. ¿no decís nada? Era una quietud profunda, silenciosa. Como si estuviera muerto.  Le quite los audífonos y me los conecte de nuevo. Nos recorrió un leve silencio, me acerque un poco hacia su oído y le susurre, ¡Esta vida es demasiado dura para pasarla en sano juicio juancho! -¿Te vas a dar un pase?- Le dije- Con el ánimo de que violentamente volcara mí mano, pero no, nada de esto paso, Juancho solo me miraba, sin decirme nada. ¿No me decís nada? Sé que aunque no me digas nada, se que me estas oyendo, le dije y me tire mi pase snhh. Te puedes quedar todo el tiempo que quieras ahí, o si quieres te paras y nos vamos, tu lo decides Juancho. Un largo abismo nos separo a los dos, no supe que decir y rompí en llanto como un niño arrepentido. Mirándolo fijamente le dije, esa mujer tuya , esa bruja de doña Laura, junto con tus hijos, no te quieren ni poquito Juancho, hablan entre ellos incómodamente sobre ti, quieren que te mueras de una vez , por eso sabe que juanchito, no haga repulsa por quedarse aquí, suéltese tranquilo y vallase de una vez. En este momento con un movimiento brusco, me cogió la mano, con tanta fuerza que eheheheheh…Juancho ¿Qué pasa? Me vas a quebrar los dedos. –Le dije- y soltó mi mano y volvió a quedarse quieto. ¿Juancho vas a comer? –Le pregunte- intuía que tenía hambre, tome la botella que esperaba en la mesa y se la conecte a la sonda. Yo ya había perdido  el asco y el pudor, ya todo me era indiferente, como esa indiferencia repulsiva de quien asea en un rincón el cuarto. De pronto y sin mediar palabra, aparece en la puerta la enfermera, rodando un aparatico, que para mi ignorancia de médico, era un extractor no se de que cosa. Del aparatico salían dos mangueritas, una de ellas terminaba en una bolsa transparente, y la otra, que la enfermera como una experta introducía por la nariz de Juancho. En un movimiento ágil, la enfermera prendió el aparatico, y el cuerpo de juancho comenzó a moverse, como si alguien lo estrujara. La bolsa lentamente se llenaba de baba, mocos, agua y sangre. Era la limpieza matutina de los pulmones de juancho. Saco la manguera e igualmente sin mediar palabra, apago el aparatico y salió la enfermera.

Invadió de nuevo el día la habitación,  y con el los dolientes de Juancho, para irsen tan rápido, como la mañana. Felipe me abrazo, Nancy me dio  un beso en la mejilla, doña Laura me sonrío –Como te pareces a tu padre- y eso que Flavio era mi padrastro. Juancho no se mueve para nada. Veo en su rostro, dos posos negros congelados en la tristeza, en medio del bullicio de sus seres queridos. ¿A veces me pregunto, si realmente Juancho me habrá escuchado todo lo que le he dicho? O a lo mejor habrá sido un monólogo cruel, lanzado al abismo de estos pasillos fríos. Un no se que decir nos invadió a todos, no aguante más la situación y salí.

Entre susurros y como sin querer perturbar al enfermo, doña Laura pregunto ¿Cómo esta Juanchito? Y Juancho se quito las mangueras que tenía por boca y nariz, doña Laura grito, Felipe espantado salió corriendo y detrás Nancy gritando –Enfermera. Enfermera. Se quito las mangueras. Se quito las mangueras.- Llego la enfermera, esta introduce de nuevo por boca y nariz las mangueras. Su familia sin salir todavía del espanto, se miran silenciosos y Juancho vuelve y se quita las mangueras. Todos gritan de horror y del cuarto salen. En su sitio, la enfermera vuelve y deja las mangueras, y también del cuarto sale. Me quede sólo con Juancho, contemplando sus ojos que me miraban, como dos posos negros congelados, llorando y mojando en lágrimas, sus pálidos cachetes. Guarde silencio en el respeto más profundo. Se quito las mangueras. Sus cachetes caen, su cuerpo se suelta sobre la cama. Inmediatamente sentí que algo salió de allí, como si algo  hubiera salido, como si algo nos hubiera dejado en la soledad más profunda. Lo mire por última vez y le cerré los ojos y salí del cuarto. En la puerta, esperándome y en primer plano, me encontré con la bruja de doña Laura y detrás sus hijos y yerno. – ¡Se fue Juancho! -- Exclame. -- ¡Ahí se los dejo, haber que hacen con El!-- y me fui.

Fin

                              Medellín—La Unión--Castilla, marzo 8 de 2.006




“Mi Barrio, Historia de un amor”

Conocí a Gregorio Darío Gómez, alias Renario Vergón, Rena, como finalmente le decíamos. Debía su largo apodo, a la larga verga que poseía. –Setenta y cinco centímetros mide mí verga y las muchachas se mueren por ella- Solía decirnos. Vivía Rena en la barriada Lenín, tierras de propiedad de los Koes, que habían sido invadidas tiempo atrás, por los refugiados de la violencia   y don Efraín  Gómez era uno de esos hombres, que en su huida despavorida del Cauca, se trajo consigo a doña Carlota Maya. Que apenas había cumplido los 16 años, y que no aguantando más los atropellos de su padre, don Teobaldo  Maya finquero de la región, decidió fugarse en  una noche estrellada, en medio de aullidos de perros y grillos, con don Efraín Gómez para la naciente ciudad de Medellín. La ciudad textílera.

En Medellín vivían en un barrio, o mejor dicho en un rancherio negro y oscuro. Levantado en medio del pantano y el olvido, con sus callejones serpenteando un pavimento de polvo en verano y de lodo en invierno, salpicado por crucetas de madera que servían de base, para el cultivo de   enredaderas del contrabando de la luz, y por los pasos  desolados de sus humildes habitantes. Callejones y pasos que en su ir y venir, ya sea en verano, ya sea en  invierno, pararán siempre en la esquina del  Volga.

Rena sólo pudo estudiar hasta primero  bachillerato. De allí no pudo pasar. El rector, por chismes de mujeres, lo expulso del colegio, porque lo habían visto fumando mariguana en  la convivencia que hicimos a los Pomos. Sus padres, don Efraín Gómez y doña Carlota Maya, preocupados por la situación de su  hijo, se habían cansado de andar de colegio en colegio, buscando  un puesto de repitente para su descarriado  hijo Rena. Ya había comenzado las clases, y se habían perdido las esperanzas, de que Rena estudiara aquel año.

Su padre don Efraín Gómez, al ver que su hijo, se quedaría vagando el resto del año, recurrió aun amigo suyo, el teniente Alexander, al cual tiempo atrás había hecho un trabajo de albañilería, el cual había quedando muy satisfecho. Penso don Efraín que era el momento de volverle a saludar. Por intermedio del teniente Alexander, don Efraín Gómez logro conseguir a su hijo Rena, un puesto de repitente en el colegio Militar. Con el ánimo arriba, comunico la buena nueva a su esposa, la cual insinúo a su marido, que a lo mejor a Rena no le gustaría mucho, por lo disfrazado que se vería con ese uniforme. Don Efraín comunicó a su hijo, que había logrado conseguir con mucho esfuerzo, un puesto de repitente en el Colegio Militar, y efectivamente el amigo Rena, no le gusto mucho la idea de cortarse el cabello, de repetir allí y verse disfrazado de soldado. Sin agradarle mucho a Rena, su padre lo matriculo. Comenzaron las clases para el Rena…Resulta que Rena no duro mucho allí. En aquel Colegio siempre sonaba un timbre, y el personal inmediatamente debía pasar a filar en sus respectivos lugares, por grupos y por orden de estatura, frente a cada comandante de grupo. Una vez, todos en descanso, sonó tan ruidoso timbre. Formo todo el personal menos el grupo de Rena, que se paseaban como si no fuera con ellos. Volvió y sonó el timbre tres veces y los Cadetes como si no fuera con ellos. Volvió y sonó el timbre, fue un ruido prolongado y loco que manifestaba la ira de quien lo tocaba. Dejo de sonar y siguió un largo silencio cubriendo la atmósfera. Se abrió brusco, una puerta metálica. Todos mirán hacía allí. Aparece el comandante de grupo, Julián. Los Cadetes lo llaman Juliana La Pinche, por pícao. Trae su rostro descompuesto por la cólera. Se dirige hacía Rena, que se encuentra en el lado opuesto del patio en medio de sus compañeros, que lo van dejando sólo a medida que Julián se acerca a El. Queda frente a Rena. Se mirán unos momentos. Julián con voz de mando y autoritario. –Gregorio Darío Gómez, alias Rena, queda usted despedido. Salga inmediatamente de aquí.- Julián señala la puerta de salida. Rena lo mira fríamente, sin titubear. –Sabes  que Julián Mosquera Mosquera, alias Juliana La Pinche, si te crees con tanta autoridad, vení  sácame vos de aquí- Julián -¿Qué crees culicagao, que porque entraste aquí con rosca vas a hacer lo que te da la gana? Enseguida te la veras con mi primero. Rena –Soy un pelao pero no guebón y no es que me crea nada, lo que pasa es que no vamos a seguir  aguantando tus atropellos porque sos el sapo del grupo, porque eso es lo que es un comandante de grupo, un cuac cuac,porque sos el más, Rena le hace una señal con los dedos. Los dos Cadetes se entrecruzan en tremendo tropel, bajo el alboroto y abucheos de sus compañeros, que lentamente han roto las filas, entra Mi Primero y todos se quedan como momias. Julián se había enterado por medio de un anónimo, que Rena estaba incitando al grupo, para que aquella mañana, no filaran en protesta a los malos tratos de Julián. Rena fue expulsado, por el rector del Colegio.

Pasa el tiempo, los segundos, los minutos, las horas, los días, las semanas, los meses, los años, y Rena no logra pasar de su primero bachillerato. Ve pasar la vida allí, sembrado,  en la  fría esquina del Volga. Esquina solitaria y triste, como el corazón de Rena. Esquina que lo ha acompañado, en sus  largas noches de silencio, mientras sus pensamientos le carcomen el cerebro, pensamientos que hace estallar en mil pedazos, bajo el efecto del humo del bareto, que aprieta entre sus labios delgados y secos.

Rena conoció a Valeria, una colegiala mayor que El, que vivía en el barrio vecino,  El Picachíto separado del barrio Lenín por la quebrada Piedra Azul. Era Valeria una de esas  Colegialas, que encantaba tanto a los muchachos del volga, que no perdíamos ocasión para decirles piropos bonitos, de esos que enamoraban y que llegaban al corazón, cuando pasaban como manada rosada, por la esquina del Volga, hacía el colegio de El Rosal. Con Valeria, sintió Rena  que su corazón se enamoraba por primera vez. Comenzó amándola en silencio. Recordaba su cara redonda, sus ojos grandes y negros, su cabello encrespado, su cuerpo de sirena y sobre todo la ternura de su voz. Se enamoraron y decidieron casarsen una tarde del sábado, al escondido de sus padres en la parroquia de La María, pero el Cura no los quiso casar, porque Rena no había cumplido los 18 años. Decidieron ir a la parroquia vecina de  San Judas Tadeo, allí el Cura Makarios les dijo que si los casaba, siempre y cuando llevarán un testigo mayor de edad. Desalentados en pleno atrio de la iglesia, Rena dejo a Valeria y se encamino hacía El Volga, para pedirle el favor a un amigo suyo. Llegó jadeante, Rena al Volga. Estamos todos allí como de costumbre, parchados. Me hace señas para que me le acerque y en breves palabras me explica lo que le ha pasado. Le dije que se fuera adelante, que yo le caía después para ir a la fija. Le pegue los últimos pítazos al bareto y me fui para la iglesia donde me esperaba Rena. Cuando llegue, un poco retardado, me esperaban impacientes. Descansaron al vermen y me hicieron señas para que me apurara. Serví de testigo del matrimonio de Rena y de Valeria, frente al Cura Makarios. –Juntos hasta que la muerte los separe.-- Allí en medio del altar, vi radiante de felicidad a Rena besar a su esposa.

Al día siguiente a eso de las cuatro de la tarde, nos encontrábamos como de costumbre, en la esquina del Volga departiendo palabras, cigarrillos, canabis y alcohol, cuando de pronto nos vimos rodeados por una patrulla de militares, no tuvimos tiempo de nada, nos llevaron para la brigada. ¡Maldito destino!  Pasamos 48 horas allí, y luego de cascados nos soltaron a todos, menos a Rena a quien reclutaron como antiguerrilla, para la zona roja de Anorí.  Me entere por medio de doña Carlota, que el militar que iva al frente de la patrulla que nos encano, era el Teniente Alexander, el amigo de don Efraín, su padre. ¡Que liga!

Desde eso hace que Rena, no sabe nada de Valeria y Valeria de El, que un día cansada de esperar decidió marcharse para Venezuela…Eso hace ya 17 años que paso y hoy me veo acariciando su rostro con mi mirada.


Fin


                           Medellín-- La Unión--Castilla, febrero 19 de 1.991




“Sara”
(La estatua de sal)


Nació Sara en el seno de una familia campesina. Tuvo tres hijos, cada uno de un amor diferente. Cada uno una crisis diferente. El primero Geraldy, tenía 16 años. Y un par de mellizas Nohelia y Morelia de 14 años.

Algún día de esos, que pasan sin dejar huella alguna, esfumados como una bocanada de humo, se murió doña Natalia, su Madre. Dejando en un mar de tristeza a la errante Sara. Quedo su familia consternada, menos su marido don Sebastián, que al día siguiente de su entierro, echo a la calle a Sara y sus hijos, que no salían del asombro y de su desdicha. Allí en medio de la calle y abandonados a la suerte de la intemperie, comenzó Sara su largo y silencioso camino hacía la nada.Luego de rodar como un tarro de lata por calles, aceras y alcantarillas, llegaron a una humilde casa en una vereda cercana.

Sara mujer poco preparada, y consciente de su situación, con tres desengaños amorosos a cuesta que le remordían el alma, la muerte de su madre y la canallada de su padre. Eran muchas cosas juntas, las que se habían acumulado en el fisurado corazón de Sara. Sentía que no podía salir de aquel entramado de su vida, no podía evitarlo, no sabía como salir adelante, frente a ese destino tan cruel que le deparaba su vida.

Algún día de esos, que pasan sin dejar huella alguna, esfumados como una bocanada de humo, paso lo nadie esperaba que pasara. Fue en mayo que Sara escogió para convertirse en una estatua de sal.

A eso de las once de la mañana, la pieza se encontraba vacía. Sólo estaba Sara acompañada por un largo y tenue silencio. Se veía tranquila. Sentada en medio del cuarto, sentada en un taburete de madera rojo. En su mano sostenía un pequeño frasco, que miraba intensamente. Sus movimientos eran mecánicos. Sobre una mesa de color verde, yace un vaso de vidrio con agua. Se acerca a la mesa, alza su mano hasta la tapa del frasco y la destapa. Con cuidado vierte su contenido en el vaso, el cual cobra un color negro viscoso. Lo revuelve con una cucharita. Su mirada esta ausente. Levanta el vaso hacía su boca y en ese momento se da cuenta, que alguien la observa por la ventana, es Geraldy. Ella hace como si no le hubiera visto y se toma la negra pócima. Su hijo le grita a través del vidrio, Sara no escucha su voz. Esta se retuerce. Su hijo grita, golpea el vidrio, corre de un lugar a otro. Pide auxilio. Llegan sus hermanas. Todos se pegan a la ventana. No se escuchan sus voces. Geraldy grita desesperado – ¡ábrenos mamá! ¡No te vallas mamá! !No nos dejes mamá! Sus hermanas también gritan – ¡Te amamos mamá! ¡Perdónanos mamá! ¡No te vallas mamá! La madre gira alrededor de la casa. Sus hijos se mueven de un lugar a otro. Gritan, maúllan, lloran. Sara se pega a la ventana –Adiós hijos míos. No soporto más. Dejemen partir al infinito del cielo o del infierno a enterrar mis penas secretas.


Fin


                                                          Medellín, marzo 11 de 1995



Amor Imposible
Me enamoré de quien nunca debí haberme enamorado, de Alexander. Era un hombre alto, al que siempre quise alcanzarle  el susurro de su boca. Era delgado como un frágil pensamiento de amor, cabello laceo, cara redonda y brillante como la luna al amanecer, ojos color miel y una boca roja como la mora, que cuando la bese por primera vez, me fundí en ella en medio de un sueño y cuando desperté, me encontré más sólo que una lata tirada en un anden.

Fin



“La Calle del Pecado”

“Cielo, era el nombre de la flor más tierna y dulce, que mis calles  hayan  conocido. Su madre María,  que era otra flor, habiendo  quedado viuda muy joven, se había enamorado de nuevo de otro hombre, con el cual vivía en la misma casa, como padrastro  de la bella Cielo. Alguna vez  su madre se fue para misa,  como  era de costumbre  todas las mañanas. Quedo sola en su casa, esperando el regreso de su madre, igual que otros días. Sigiloso y a escondidas solapadamente, su padrastro abre la puerta de la calle, luego de ver a María irse detrás del sonido de las campanas. Cierra tras de si socarronamente la puerta. Escuchándose  el latir de un pervertido corazón, en el silencio agitado de su pasión. En su humilde cuarto, Cielo dulce y tierna como siempre,  peina en la sombra de un viejo espejo su largo y grueso  cabello. Nada hace pensar a la inocente, en el peligro que yace su alma.  Se abre la puerta violentamente, y el susto  enmudece a la niña. El malvado se arroja sobre la frágil flor, como un torrente de maldad,  usurpando como un demonio su virginidad. Canalla y mil veces canalla. Asesino del  cielo de María. Que donde se encuentre la dulce Cielo, ilumine el camino del malvado al infierno. Que donde se encuentre la dulce y tierna Cielo, sepa  que desde ese malvado día, en su recuerdo mi calle hoy se conoce, con el nombre de “La Calle del Pecado.”

Fin



La Cuba

Era de estatura mediana, color canela, un cabello liso y negro como azabache, caderas hermosas, dientes blancos como perlas. Toda ella era un primor de niña, sonriente, alegre y deseada por todos mis amigos y obviamente por todo mí ser. Fue mí primer amor platónico. Soñaba mi sueño de verme algún día, susurrándole secretos de amor con el viento de abril. Persiguiendo su silueta y su olor, como un  perro enamorado y digo perro, porque eso hace el amor de uno, un perro. Era mí sueño cuando la vi por primera vez, en la cola de una moto, que para entonces en mi tiempo, quien la tenia podía exhibir las niñas más lindas de mi barrio. Ese día le dije adiós a mi primer amor. Ese día destruí  en mil pedazos, ese espejo de sueños de mi adolescencia perdida en esquinas de mi barrio.
Era tan bella mi Cuba, como un atardecer. Su belleza fue un suspiro. Un día mi barrio se encontró sin Cuba, porque nos había dejado huyendo a España de la pobreza de mi ciudad. Duro diez años mi  bella Cuba, mandando plata para su casa, de cuenta de su dulzura y de su belleza. Dejo pétalos secos en las calles españolas, y decidió regresar a su país de siempre. Llego mi Cuba a disfrutar su dinero ahorrado, con sus amigos de siempre. A los pocos días enloqueció, porque su madre junto con sus hijos,  se habían gastado todo lo que ella mando  y estaban más pobres que cuando se fue. Esto enloqueció de pena a mi Cuba, que deambula ida por estas calles que la vieron reír. Hoy esta aquí a mi lado indiferente, pidiéndome la liga. Hey negro lindo me das una monedita. Y le dije,  –Mi linda Cuba,  ¿te acuerdas de mí? -- Ella me respondió,  -No sé quien eres --  --Yo soy aquel hombre, que tiempo atrás suspiraba por ti --  -- Menos mal no me conociste, porque hoy estaría  llorando de pena por mí. –

                                    Medellín—La Unión—Castilla, diciembre 2.008


Fin